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15 [Entonces] sacrificaron la pascua, a los catorce del mes segundo; y los sacerdotes y los levitas se santificaron con vergüenza, y trajeron los holocaustos a la Casa del SE

Ciertamente, cuando un habitante del centro o del Norte de la Villa visita aquellos barrios, ni las casas ni los rostros le resultan Madrid. En un mes no pasó Fortunata más acá de Puerta de Moros, y una vez que lo hizo, detúvose en Puerta Cerrada. Al sentir el mugido de la respiración de la capital en sus senos centrales, volviose asustada a su pacífica y silenciosa calle de Tabernillas.

Dicen que hay algunas personas muy cultas en este pueblo, y creo que así será. Yo por mi no tengo hipo ninguno por ver la Francia, dixo Candido; bien puede vm. considerar que quien ha vivido un mes en el Dorado no se cura de ver cosa ninguna de este mundo, como no sea Cunegunda.

En una hermosa noche del mes de octubre, durante las cacerías éramos vecinos en el campo , su marido había ido a pasar veinticuatro horas a París... A fuerza de súplicas y de juramentos, pude conseguir que me concediese pasar una hora en su habitación... ¡Perdón!... dijo la señora de Maurescamp, levantándose de su asiento , ¿si me fuese? No, no, no temáis nada.

Empezaré por la de mamá: «Hijo mío: Hace hoy ocho días que te fuiste y me parece que hace un año, te extraño como si hiciera meses que no te viera, pero es porque para es lo mismo no haberte visto en un mes que saber que no te voy a ver en todo ese tiempo y por eso sufro ya como si estuviera hoy en el último día de todos los que pasarán sin verte y sin oírte decir todos los disparates con que me haces reír hasta cuando no tengo ganas de reírme.

Un pensamiento, referente a cosa muy práctica, la punzaba y afligía, y era el siguiente: «Por cierto que en mes y medio que llevo aquí, Melchor me ha ido facilitando, facilitando cantidades, que será preciso pagarle algún día... Es tan cómodo el sistema para , que sin saberlo cómo, me estoy empeñando en dinerales.

Cuando se notó la falta, Pepita, con su habitual despreocupación, nos dirigió el siguiente discurso: Señores, el piano era de alquiler: nos costaba tres duros cada mes.

Otras veces obligaba a las penitentes asiduas de D. Narciso a examinarse de doctrina cristiana; o bien las prohibía cantar en la iglesia después de un mes de ensayos, o retiraba de los altares los paños que ellas habían bordado y aplanchado, o las arrojaba de alguna capilla donde habían sentado sus reales, etc., etc.

«Pues ; desde este suceso, la pobrecita, con los pocos cuartos que pudo salvar y la escasa ropa..., en fin, tomó un cuarto en la calle de Pelayo, número 93, piso cuarto, puerta número 6, y allí ha estado un mes retirada del mundo sin tratarse con nadie más que conmigo..., pero honradamente, Sr. D. Augusto, honradamente. Yo le juro a usted por lo más sagrado...».

Un día del mes de Septiembre de 185... debían tener lugar á alguna distancia del castillo unas carreras, en las que mi padre había comprometido muchos caballos.