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Pero cierta mañana apareció tendido en el camino uno de los primeros borrachos de Gallarta, con un brazo fracturado y la cabeza rota, y ya no volvieron á salir fantasmas, ni nadie sintió deseos de adornar la catástrofe con grotescas apariciones. El recuerdo de los enterrados fué borrándose en la memoria de todos.

La duquesa sonríe ante la solicitud demasiado expansiva del empleado del vagón, mientras la honorable doméstica la acoge con un gesto duro y frío. Antes de dormirme, desfilan por mi memoria los recuerdos que guardo de esta anciana célebre que está tendida á cincuenta centímetros de mi cuerpo.

Cuando venían á su memoria aquellas noches de invierno, sentía correr por su corazón un estremecimiento que ella misma no podría decir si era de horror ó de alegría.

Mi memoria no ha conservado de ello sino un recuerdo confuso. Me acuerdo que de repente lancé un grito que hizo estremecer a la misma Marta, que me arrojé junto a su cama y que, apoderándome de sus manos ardientes, grité en un aliento: ¡Sálvame, sálvame, despiértate!

El trabajo de su cerebro era una calenturienta y dolorosa mezcla de las funciones del juicio y de la memoria, revolviéndose con desorden y alumbrándose unas a otras con aquella claridad de relámpago que a cada instante despedían.

Estuvo completamente consciente durante varias horas antes de morir. Se podía haber olvidado de ella. La memoria de los hombres decae a menudo en las últimas horas que preceden a la muerte.

La guerra en Macedonia le tocaba de cerca, como catalán. ¡Vamos á vengar á Roger de Flor! dijo gravemente. Y su tío sintió deseos de llorar y de reír ante esta fe simple, sólo comparable á la memoria retrospectiva del poeta Labarta y del secretario de pueblo que lamentaba todos los días la remota derrota de Ponza.

14 Y este día os ha de ser en memoria, y habéis de celebrarlo como [fiesta] solemne al SE

Se mira tal como era la tarde de invierno en que el azar lo puso ante el señor Aubry, en París, en el salón escolar del sexto distrito. Un extraño fenómeno de su memoria sobreexcitada le produce una reminiscencia exacta no sólo de los hechos sino también de su estado de alma de niño.

Pasaron cuatro días; ya no me acordaba de aquella niña, o si me acordaba era de un modo vago, como la memoria de los días risueños de la juventud. Tenía casi ultimados mis negocios y andaba preocupado con la elección del día para marcharme. Será cosa, a más tardar, del viernes o el sábado, me dije después de comer, encendiendo un cigarro y echándome a la calle.