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Los sofás, que eran tres, no se hallaban arrimados á la pared como en todas las salas del mundo, sino que formaban en el medio un cuadrado abierto por uno de los lados, al modo que se ponen los bancos en las iglesias los días de funeral.

Cuando pasó la ronda fue otra cosa; las hachas de los acólitos dejaron a Anita ver a una claridad temblona y amarillenta la figura arrogante del Magistral al mismo tiempo que la esbelta y graciosa de don Álvaro, que con los ojos medio cerrados, semi-dormido, con la cabeza inclinada, y cogido a la verja que separaba las capillas, parecía atender a los oficios divinos con el recogimiento propio de un sincero cristiano.

Habiéndose asegurado de mi asentimiento, la vieja y noble señorita pareció recogerse, y en tanto que paseaba una melancólica mirada por las medio borradas imágenes de sus abuelos, el tic-tac del reloj hereditario fué lo único que turbó, en el obscuro salón, el silencio de la media noche.

23 Con su collar en medio de él, como el collar de un coselete, con un borde en derredor del collar, para que no se rompiese. 24 E hicieron en las orillas del manto las granadas de cárdeno, y púrpura, y carmesí, y lino torcido. 25 Hicieron también las campanillas de oro puro, las campanillas las pusieron entre las granadas por las orillas del manto alrededor entre las granadas:

Miguel observó a la luz del farol la extremada palidez de ambos, sobre todo del más pequeño. Oyes, chico, ¿cómo tienes aquí a este niño medio helado? ¿por qué no os vais a casa? dijo encarándose con el mayor.

La madre de ella era una mujer vulgar, de cortas luces y de instintos groseros. Adoraba a su hija, pero continuamente y con honda amargura se lamentaba de los sacrificios que por ella hacía, de las privaciones que sufría y de la desconsolada vejez y triste muerte que iba a tener en medio de tanta pobreza.

Si la mato no hay lección. La enseñanza es más cristiana que la muerte, quizá más cruel, y de seguro más lógica... Que viva para que padezca y padeciendo aprenda... Pero a él debo matarle... ¡a él !». Oyendo el estrepitoso fin de la pieza, tuvo como un sopor de medio minuto, y volvió de él asaltado por esta idea que le sacudía: «No, matar no. Su maldad es necesaria para este gran escarmiento.

Cada vez que necesitaba repetir lo de: «Y el verbo se hizo carne» en lugar del pesebre y el Niño Dios veía, dentro del cerebro, las letras encarnadas del Evangelio de San Juan, en un cuadro de madera en medio de un altar: Et Verbum caro factum est.

En esta ciudad adquirió ejemplares de los libros más famosos que se habían dado por los reformadores, y ya dueño de ellos, puso en práctica el ingenioso medio que discurrió para introducirlos en España y traerlos á Sevilla.

De todos modos, su Silvestre Paradox, aunque tan hundido en el charco impuro de la realidad y casi ahogándose en él, nos es muy simpático por su risueño estoicismo, por su desenfado y por el buen humor que nunca le abandona en medio de su inopia incorregible, cuitas y apuros. NOVELA POR JOS