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»Dicen que la sociedad camina a pasos de gigante a igualarse toda, a la desaparición de las clases; dicen que esos tabiques que separan a la humanidad en compartimientos, caen a golpes de martillo. Yo no lo creo. Siempre habrá clases.

Tomó la joya en sus manos, y al acercarla a la luz, para mejor mostrármela, exhaló una exclamación de espanto. ¡Dios me valga! ¿Qué es esto? ¡El papagayo estaba lastimosamente maltratado en el ala izquierda, como si hubiese sido golpeado con un martillo! Imagínese la consternación del canónigo y del sacristán mayor.

Cuando sirvan el pescado puedes sacar la pala de plata, pero no pases de ahí. Sería capaz de darnos un escándalo si viera lo demás que reservamos para los convidados de otra clase. Los cubiertos de plata antigua, piezas soberbias labradas a martillo y heredadas del Fraile, fueron colocados junto a los platos. Todo estaba bien.

Había quien preparaba su banquete con un hocico con carrilleras, una libra de tapa del cencerro, u otras despreciadas partes de la res vacuna, o bien con asadura, bofes de cerdo, sangre frita y desperdicios aún peores. Los más opulentos dábanse tono con su pedazo de turrón del que se parte con martillo, y la que había traído una granada tenía buen cuidado de que la vieran.

Sostenía que ella no necesitaba que sus papás le comprasen muñecas, porque las hacía con un martillo, vistiéndolo con una toalla. ¿Pues y las agujas que había en su casa? No se acertaban a contar.

Los calafates van clavando gruesos clavos en el costado del barco, a golpes de martillo; alrededor suelen verse mazos, grandes barrenos, gubias, gatos para levantar pesos y varias calderas negras llenas de alquitrán, que los hijos pequeños de Shempelar suelen hacer hervir con virutas y pedazos de tablas viejas.

Fue dimpués der balazo, cuando me cuidabas como una marecita y por las tardes hacíamos nuestro poquito de cante ahí cerca, bajo los arcadas. El padrino tañía la guitarra y yo, sin saber cómo, me arranqué por martinetes, con los ojos fijos en los tuyos, como si fuese a comérmelos: Fragua, yunque y martillo Rompen los metales, Pero este cariño que yo te tengo No lo rompe nadie.

Los hombres laboriosos que, martillo en mano, atraviesan las montañas durante años enteros para estudiar su estructura y su forma, observan en las nuevas hiladas de formación marítima que constituyen la parte no cristalina de los montes, gigantescos padrastros ó hendiduras de separación que se extienden por centenares de kilómetros de longitud.

Y mientras el padrino contestaba «tra, tra; tra, tra», como si con un martillo golpease el jierro, te pusiste coloradilla y bajaste los ojos leyendo al fin en los míos. Y yo me dije: «Güeno, esto va bien». Y bien fue: pues, sin saber cómo, nos dijimos nuestro querer.

La organización áspera de María, demasiado vulgar para admitir el exquisito sentimiento de la admiración y demasiado indiferente y esquiva para entregarse al de la sorpresa, no se había dignado admirar ni interesarse en nada. Para imprimir algo, para sacar algún partido de aquel duro metal, era preciso hacer uso del fuego y del martillo. Stein estaba pálido y conmovido.