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Parece extranjero siguió diciendo el criado , y afirma que es de la familia del señor marqués.

Los ejemplos de Séneca, Marat, y otros hombres notables que murieron violentamente en el baño, no lograron darla ninguna amenidad, quizá porque no tuviese noticia de ellos. El marqués avanzó con el revólver amartillado, diciéndole: ¿Qué dirían en Madrid? ¿eh? ¿qué dirían? Castro se sitió penetrado de frío como si estuviese metido entre hielo y no en agua tibia.

El Magistral, Ripamilán, don Víctor, don Álvaro, el Marqués y el médico llevaban el peso de la conversación general; Vegallana y el Magistral tendían a los asuntos serios, pero Ripamilán y don Víctor daban a todo debate un sesgo festivo y todos acababan por tomarlo a broma.

Había buscado al marqués de Jiménez, con la esperanza de inspirarle una nueva obra; pero el grave personaje también estaba ausente; veraneaba en una de sus fincas, y en ella se proponía permanecer hasta el invierno. En estos instantes de abatimiento era cuando Isidro se daba cuenta de lo mísero de su situación.

DON URBANO. Querido Marqués, pídame usted que altere, que trastorne todo el sistema planetario, que quite los astros de aquí para ponerlos allá; pero no me pida cosa contraria a los pareceres de mi mujer. MARQU

Gallardo fingía no comprenderle, molestado y halagado al mismo tiempo por la idea de que toda la ciudad conociese el secreto de sus amores. Pero ¿qué bicho es ese y qué broncas son esas de que hablas? ¡Quién ha de ser!... Doña Zol; esa señorona que da tanto que hablar. La sobrina del marqués de Moraima, el ganadero.

Llámeme usted si para algo me necesita, señor marqués murmuró con desmayada voz. Mil gracias, hombre.... Venía únicamente a darle a usted la buena noticia.

Cerró los ojos y durante un momento no vio más que tinieblas surcadas por siniestros relámpagos. De pronto, pasos que sonaban en las calles del jardín la sacaron de su aturdimiento; miró al exterior y reconoció con terror indescriptible al marqués que, atravesando aquél, se dirigió al taller de Fabrice.

El capellán cobró ánimos, pues la oscuridad alienta mucho a decir cosas difíciles. Señor marqués, yo siento tener que advertirle.... Volvióse el marqués bruscamente. Ya ..., ¡chist!, no necesitamos gastar saliva.

En lo que no le haré el gusto, por ahora, es en lo de hablar de ello a la marquesa de Aransis. Es cosa muy delicada. Cumpliremos diciéndoselo a su apoderado, el marqués de Onésimo... Logomaquias, hombre... Yo me encargaré de esto replicó decididamente Joaquín . Ya he visto a esa hija de reyes. Es una muchacha simpática, discreta y buena, que merece, , merece, sin duda algo más de lo que posee».