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Dos imposibles, porque sólo Dios podría levantar de la tumba á la Margarita humilde; sólo Dios podría llenar el abismo que me separa de la Margarita altiva; ¡y esa coincidencia en el nombre!... y luego... la hija de la una, enemiga, ó yo no qué de la otra! ¡Dios mío! ¡Dios mío!

Es la lógica de la vida: el inútil mata siempre al que sirve para algo. Pero no hubo muerte alguna. El padre de la República supo manejar á unos y á otros con la misma habilidad que mostraba en los pasillos del Senado al surgir una crisis ministerial. Se acalló el escándalo. Margarita fué á vivir con su madre, y empezaron las primeras gestiones para el divorcio.

Marchaba detrás Narcisa, muy tiesa, con la cara verde y el traje amarillo; llevaba en el pecho una margarita blanca muy marchita. Le habían puesto en los labios un candado cruel y tenía en los codos dos bocas horribles, abiertas por sangrienta desgarradura de la carne en una explosión de sapos y culebras.

Es un sillón canonjil, amplio y cómodo, de respaldo y asiento cuadrados, entre cuyos brazos tranquilos creemos ver agitarse la figurilla picante y grácil, llena de movilidad y de iniciativas, de la famosísima empresaria del Palais Royal. Y hay alrededor del viejo mueble olvidado, como una evaporación de silencio, de melancolía y de paz. Margarita Brunet nació en Bayona el año de 1730.

La poca tropa que alli habia salió el 25 de Agosto para Maturin; y en la escuadrilla que mandaba Bianchi, Mariño y Bolívar se hicieron á la veja con rumbo á la Margarita, pues el Libertador tenia que poner á salvo el gran tesoro que el alto clero de Carácas habia colocado en sus manos para atender á las necesidades de la República.

Luego la había seguido, hasta adquirir la completa evidencia de su infortunio. Margarita no se lo había imaginado nunca tan vulgar y ruidoso en sus pasiones. Esperaba que aceptase los hechos fríamente, con un ligero tinte de ironía filosófica, como lo hacen los hombres verdaderamente distinguidos, como lo habían hecho los maridos de muchas de sus amigas.

Y con esto, dándola el brazo doña Guiomar, para que en él se sostuviese, salieron seguidas de Florela, y al postigo del jardín se encaminaron, y por él entraron en la casa. De como Cervantes encontró casa de la tía Zarandaja más de lo que había querido buscar. Suspenso quedose Miguel de Cervantes, cuando hubieron desaparecido doña Guiomar, Margarita y Florela.

El nacer de este amor, el desenvolverse y el llegar a su colmo en el alma candorosa de Margarita, son hechos meramente humanos, profundamente observados en la realidad y expresados luego con superior hermosura en la ficción dramática.

No hay nada, y sabes cuándo va... No me sofoques, Marianela, no me sofoques!... Y ¿cuándo vas? El martes. ¿Y él lo sabe? ... ¡Y dices que no hay nada!... ¡Vete, Marianela, vete; te echo, te echo!... Margarita me abraza y me besa en medio de un alborozo en que palpita a brincos su joven corazón. ¿Vendrás, Marianela? Mira que me haces mucha falta... Iré.

Y no hay que pensar en el remedio de lo que ha sucedido, que no le tiene; que mi señora no cesará hasta que casado os vea con doña Margarita, y veros casado con ella, para ella será la muerte; que no podrá resistir al desesperado dolor de sus amores malogrados; que aunque yo no entienda cómo tan presto han llegado a pasión mortal estos amores malhadados, tales son para mi señora, que mataranla perdidos y sin esperanza de ser logrados.