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Al hacer sonar el recio aldabón de la portalada se quedó asombrado y trémulo. ¿Qué iba a decir? ¿Por quién preguntaría? ¿Cómo estaba él allí, anhelante y resuelto, rendido de rodar por mares y tierras con desatinado afán?... ¿Con qué derecho llamaba en aquella puerta con aire tan firme y arrogante?...

Requiérese cierto tacto para comprender el gran idioma de los mares. Uno encuentra triste el Océano cuando, desde las torres de Amsterdam, el Zuiderzée se aparece terroso y con ondas plomizas: cuando, desde los méganos de Scheveningen, divísanse desplomarse sus aguas, dispuestas á cada momento á salvar el dique.

El mayor, Fernando, marino mercante, navegaba en mares lejanos; era un guapo mozo, de carácter aventurero y de gallardísima figura; su madre sentía pasión por él, una pasión material, fundada únicamente en la belleza del muchacho.

De las demás clases del grupo de los anillados, sólo habitan en los mares y ríos filipinos la de los anilidos, cuyos órdenes, tubérculos, dorsifranquios y abranquios, encierran entre otras especies las lombrices de tierra y las sanguijuelas, que abundan en todos los lagos y riachuelos de tan riquísimo Archipiélago. Moluscos.

Gama fué un modelo de valientes, empero tomó harto al pie de la letra las órdenes que llevaba de no sufrir á nadie en los mismos mares que él recorría.

Pilotos de los mares de Europa avanzaban a ciegas por el Atlántico, siguiendo inciertos derroteros en los portulanos recién dibujados. Cuando se consideraban todavía lejos del punto de llegada, surgía de pronto la costa ante el morro chato del galeón.

Se ve cuán profundo era el pensamiento de lord Acton, el famoso católico inglés, cuando decía, en referencia al gran pontífice que dejó nacer y crecer al modernismo: "Pienso que León XIII es el primer Papa que haya sido bastante sabio para desesperar, y sentido que debía empezar una nueva partida y gobernar por extrañas estrellas sobre mares desconocidos".

Yo estaba sentada en la punta de una roca, triste y desesperada, porque mi último amante acababa de hacerse á la mar. La blanca vela de su bergantín se veía allá á lo lejos, como una motita próxima á desaparecer en la inmensidad de los mares.

La profetisa parecía contemplar con profunda sorpresa un cuadro insólito, un espectáculo para ella inesperado. ¡Dios mío! exclamó por fin. ¿De dónde proceden esos vastos pueblos, esos estados poderosos que ante se levantan? Y más allá otros, y otros, allende los mares. Ocupan continentes enteros en los que resuenan los martillos de sus fábricas y las campanas de sus iglesias.

Las grandes mares que el tifón había dejado á su paso fueron poco á poco aplacándose, cesando la furia del viento á medida que la influencia del fenómeno iba disminuyendo al alejarse de nosotros, siguiendo su destructor derrotero, en el cual había de sembrar ruinas y espantos.