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Pero sentí de nuevo el soplo frío de la noche, aumentado por el huracán que levantaba el tren con su rápida marcha, y al incorporarme vi la otra portezuela, la inmediata a , completamente abierta, con un hombre sentado al borde de la plataforma, los pies afuera en el estribo, encogido, con la cabeza vuelta hacia y unos ojos que brillaban mucho en su cara oscura.

Dia 12. Al amanecer de este, marché hasta la orilla del Rio Grande, que dista dos leguas, donde me detuve hasta las cuatro y media de la tarde, por no ser sentido del enemigo: en que seguí la marcha por su orilla hasta la oracion, encontré su vado y lo pasé; no siendo posible por otra parte, por lo caudaloso de él; pues á la verdad le llaman con razon el Rio Grande de aquellos parages.

Yo también dice una de ellas tengo un hijo quinto. ¡Pues que tenga buena mano! exclama uno de los mozos. Y cuando se ha puesto otra vez el tren en marcha, la vieja requerida ha añadido hoscamente, mientras se pasaba el reverso de la mano por las narices y se apretaba el pañuelo: Quintos más sinvergüenzas que los de este pueblo, no los he visto.

A cada instante era preciso detenerse, pues la nieve se hacía muy profunda. Entonces tres o cuatro de aquellos serranos de la escolta descendían de lo alto del talud, tomaban al caballo de la brida y se continuaba la marcha. De repente Catalina pareció salir de su sueño, preguntando: De todos modos, ¿por qué no me ha dicho Hullin?...

Las cosas, mujer, han de seguir su marcha natural dijo Simón con acento solemne y reposado, como si hubiera consignado una gran sentencia . Te aseguro añadió en tono aún más campanudo que esto del perro me ha llegado al alma, y que me pesa en ella mucho más que las palabras del señor cura.

El inglés se pasea en marcha mesurada, sin altivez pero con el aire de seguridad que tiene siempre el que puede decir; «Aquí mando yoSu rubia cabellera, sus ojos azules, su vestido holgado, libre y de una uniformidad elegante pero monótona que lo presenta como de una sola pieza; su impasible fríaldad, si es un simple negociante, ó su orgullo aristocrático, si es algún oficial de la guarnicion ó la marina británica, todo le distingue fuertemente de los demás tipos.

Todos los días, al llegar el sol a su altura máxima, había que retrasar la marcha del tiempo diez minutos. Otros pasajeros discutían ante un tabloncillo en el que estaba la carta de navegación, examinando la mancha azul del Océano punteada de alfileres con banderitas germánicas.

Las facciones de Eraso, que operaban por aquella parte, le impidieron la marcha muchas veces, deteniéndole días y más días, a veces no sin riesgo de su vida; pero al fin, a principios de Mayo vio las casas de Elizondo. Hallábase en tierra carlista, absolutamente dominada por las facciones.

Aire... espacio... libertad; se ahogaba en las calles tortuosas, con sus paredes que parecían aproximarse para cerrarle la marcha; necesitaba horizontes inmensos, para no creerse aplastado, para poder ensanchar sus pulmones y arrojar la cruel madeja de suspiros que se apelotonaba en su garganta.

Como no tenía la menor idea de estas cosas y se aproxima la hora de emprender la marcha que le anuncié a usted en mi carta anterior, le pido la merced de una declaración explícita sobre lo indicado, para saber a qué atenerme antes de salir de aquí, o para no salir con ese rumbo, si hasta este sacrificio fuere necesario en bien de ustedes, y particularmente de mi encantadora prima».