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Es niña todavía, y ya ve usted cómo anda por la ciudad la fama de su belleza. Usted comprende que a me es más costoso tenerla en el colegio como a interna; pero creo de mi deber, por cariño a usted y al señor don Manuel, acabar mi obra.

Compadecido don Manuel, ablandó su voz para decirle efusivamente: Todavía estoy aquí yo, hijo. En la negra hora de su agonía le juré a tu madre ampararte, y he tratado de cumplir mi juramento. Te eduqué y te hice un hombre; dócil ha sido tu condición para que yo haya podido formar de ti un mozo tan noble y amable como para hijo le hubiera deseado.

Era aquella una manifestación pacífica de la democracia, que con grandes clamores y largos garrotes y extrañas banderas enarboladas se dirigía a Palacio pidiendo la entrada en el ministerio de don Manuel Ruiz Zorrilla.

Pero no se pasaron muchos días sin que el cielo vengara al pobre Manuel, dejando a Miguel en extremo complacido, y fue del modo siguiente: Salieron una tarde de paseo hacia la Moncloa todos los alumnos y profesores, y cuando hubieron llegado a sitio a propósito, mandó el director romper filas, y los chicos comenzaron, como ordinariamente, a recrearse acompañados por sus maestros.

¡Si no bebes hasta la borra, insultas al rey de Francia, y yo, que soy su embajador, te castigaré como mereces! exclamó el gascón, requiriendo otra vez su espada... Más muerto que vivo, y todavía más borracho que muerto, Manuel se bebió «hasta la borra», dejando luego caer al suelo estrepitosamente la botella... ¡Bravo, bravísimo! aplaudió Guy.

Los recién casados se embarcan, con arreglo á las órdenes del Gobernador, y se dirigen hacia Portugal, abandonando á las Indias, Don Manuel sin ver siquiera á Doña María, y separando también á esta desdichada de su hijo Dieguito, á quien se lleva consigo en su viaje.

Y como cuando la cestita le quemaba con más fuerza sentía él un poco paralizado el brazo del corazón, y todo el cuerpo vibrante como las cuerdas de un violín, y después de eso le venían de pronto unos apetitos de llorar y una necesidad de tenderse por tierra, que le ponían muy triste, aquel buen don Manuel no veía sin susto cómo le iban naciendo tantos hijos, que en el caso de su muerte habían de ser más un estorbo que una ayuda para «esa pobre Andrea, que es mujer muy señora y bonaza, pero ¡para poco, para poco!».

Pero Manuel, te has figurado que todo lo que no sea artículo de fe, no se ha de creer, y que la credulidad es cosa de bobos; cuando no es, hijo mío, sino cosa de sanos. Pero madre repuso Manuel , entre correr y estar parado, hay un medio.

Acaso delante de aquellas pupilas extasiadas e inmóviles, la ilusión rehacía una historia de amor toda hechizo y misterio; tal vez, por el contrario, era una tragedia dolorosa. ¿Quién sabe?... ¡Don Manuel había rodado tanto por el mundo, y había sido tan galán y aventurero!

Se me han colado en el despacho los cuatro peces más gordos que tiene Madrid ... ¡cuatro tiburones!... ¿Cómo va de ese reuma, Urreta? Me parece que usted también necesita una buena carena como yo.... Y , Manuel, ¿cuándo piensas reventar?... Ya ves que a tu sobrino le corre mucha prisa.