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Pero arriba, en la suya, no quedaba nada: la noche anterior había devorado media libreta y las cortezas de un cuarterón de queso. Feli no comía; hacía tiempo que el embarazo y la repugnancia a los manjares groseros teníanla en perpetua inapetencia. Había que vivir... ¡adelante!

Debajo de esta araña había una gran mesa cubierta con un mantel, y sobre el mantel una numerosa variedad de manjares servidos en vajilla de plata; en el centro estaban los postres de dulces, conservas y frutas de la estación, y en medio de estos postres un plato de confituras coronado por una enorme pera, puesta sobre una hoja de parra artificial, y adornada con un lazo rojo y negro.

Isidora observó que en ella renacía, dominando su ser por entero, aquel su afán de ver tiendas, aquel apetito de comprar todo, de probar diversos manjares, de conocer las infinitas variedades del sabor fisiológico y dar satisfacción a cuantos anhelos conmovieran el cuerpo vigoroso y el alma soñadora.

En esa casa hay una sala ricamente entapizada y con una cena ricamente servida; la vajilla es de plata; los manjares apetitosos; pero cuando mandéis recoger la vajilla y los tapices y los cuadros, advertid que nadie por golosina coma de aquellos manjares. Podría acontecerle lo que á Dorotea. ¡Cómo! ¡pues qué ha sido de Dorotea!

Sobre las mesas, hechas con tablas y caballetes y que tenían por manteles sábanas recién lavadas, fueron apareciendo los manjares más ricos y extraordinarios del «Almacén del Gallego» y otros despachos de bebidas y alberguerías existentes en las colonias inmediatas al río Negro.

Los manjares que gustaban alzábamos el plato; servíamosles con salado, acedo y mal sazonado; buscábamos invención para que les hiciese mal provecho por aventarlos de casa.

Con igual maestría guisaba los delicados y finos manjares franceses que los suculentos platos de resistencia a la española; tan ricas salían de sus admirables manos, por ejemplo, las chochas a la Montmorency o las langostas a la Colbert, como la castiza perdiz estofada o la deliciosa empanada de lampreas.

En sus viajes sólo comía un poco de pan y alguna otra vianda, de que usan los pobres indios; bien que cuanto al pan ú otro de los manjares que usan los europeos, en muchos años no probó bocado; contento sólo con un puñado de maíz mal cocido y en muchas ocasiones con raíces ó frutas silvestres, pues muchas veces no tenía ni hallaba otra cosa en los bosques; y cuando comía con más esplendidez era, ó algún pececillo ó unas hierbas cocidas sin algún aderezo; y vivía tan gozoso y alegre en esta pobreza y miseria, que en su última enfermedad le eran molestas y pesadas las comodidades que usa con sus enfermos la Compañía.

Levantóse, en fin, el señor gobernador, y, por orden del doctor Pedro Recio, le hicieron desayunar con un poco de conserva y cuatro tragos de agua fría, cosa que la trocara Sancho con un pedazo de pan y un racimo de uvas; pero, viendo que aquello era más fuerza que voluntad, pasó por ello, con harto dolor de su alma y fatiga de su estómago, haciéndole creer Pedro Recio que los manjares pocos y delicados avivaban el ingenio, que era lo que más convenía a las personas constituidas en mandos y en oficios graves, donde se han de aprovechar no tanto de las fuerzas corporales como de las del entendimiento.

La alimentación de Obdulia llegó a ser el problema capital de la casa, y entre las desganas y los caprichos famélicos de la niña, las madres perdían su tiempo, y la paciencia que Dios les había concedido al por mayor. Un día le daban, a costa de grandes sacrificios, manjares ricos y substanciosos, y la niña los tiraba por la ventana; otro, se hartaba de bazofias que le producían horroroso flato.