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sufres, Carmen; es preciso que me lo cuentes todo...: háblame pronto, antes que nadie venga. Ella, serenándose, tornó a sonreir con graciosa malicia. No vendrán ahora, descuida; me han dado un encargo para ti...; te vieron llegar y me mandaron venir a esperarte.... Curioso, preguntó el médico: A ver, ¿qué se les ocurre a esas señoras?

Elías creció mas, y siguiendo la discreta opinión de un lector del convento de dominicos de Tarazona, que fué á predicar á Ateca el día de la Patrona del pueblo, le mandaron á estudiar humanidades con los padres de dicho convento. Ya tenía doce años; allí creció su reputación, y á poco fué tan gran latino, que ni Polibio, ni Eusebio, ni Casiodoro se le igualaran.

En esto arribaba la infantería española á los pozos. Tardó tanto, por desempantanar una pieza de artillería que traían los de vanguardia. En sintiendo la arcabucería en los palmares, mandaron marchar la artillería y gente delante, y fué bien menester, porque de otra manera degollaban todos los que habían salido con el Coronel Spínola, por ser pocos y haberse alargado más de lo que era razón.

En Madrid había tenido algunos duelos y en Lancia dejó de efectuarse uno entre él y cierto jefe político que los progresistas mandaron a esta provincia, por la intercesión del obispo y cabildo catedral. Al llegar a los cuarenta años, poco más o menos, casó con una señora aristócrata también, que habitaba en Sarrió. Murió su esposa al año, a consecuencia del parto.

Conocido es de todos el trágico fin de los Omeyas en Oriente: los vengativos Abassides con un falso seguro reunieron en un banquete á noventa de aquellos, los mandaron azotar hasta que cayeron desfallecidos en el suelo, hicieron estender los estrados sobre ellos, y comieron sobre aquellas alfombras oyendo los gemidos de sus víctimas hasta que espiraron.

«Reinando en Castilla el católico y muy alto y poderoso rey don Felipe II, y siendo asistente de esta ciudad el ilustrísimo señor conde de Barajas, mayordomo de la reina nuestra señora: Los ilustrísimos señores, Sevilla, mandaron hacer estas fuentes y alamedas, traer el agua de la fuente del Arzobispo con industria, acuerdo y parecer del dicho señor Asistente, siendo obrero mayor, el magnífico señor Juan Díaz, Jurado, alcalde el año de MDLXXIIII

Habiendo el obispo D. Fernando Gonzalez Deza dejado en testamento su librería al cabildo, su sucesor D. Gonzalo y el cabildo mandaron que todos los años se hiciesen por su alma doce memorias y un aniversario. La biblioteca estuvo en un principio situada en la capilla de Santiago. En 1480 se decretó su traslacion á otro lugar.