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No dudaba que la continua presencia de Rogerio Chillingworth, infectando con la ponzoña de su malignidad el aire que le rodeaba, y su intervención autorizada, como médico, en las dolencias físicas y espirituales del ministro, no dudaba, no, que todas esas oportunidades las había aprovechado para fines aviesos.

Alarmarse por una frase inspirada por la malignidad, le pareció puerilidad, y como sonase la campana para el almuerzo, se reunió a su familia en el comedor, sintiéndose completamente repuesta de su corta pero fuerte emoción. Hacia las cuatro, terminados los arreglos, las dos jóvenes bajaron al jardín y se instalaron en la terraza. Las dos se sentían incómodas.

Lleno de malignidad hay otro, en el cual atacaba personalmente al poeta y á su familia, burlándose de su escudo de armas, grabado debajo de su retrato en la portada de El Peregrino, etc.

En la mayoría de los casos, el arsénico es el medicamento mas apto para conjurar el peligro en las fiebres exantemáticas que tienden á la malignidad y á la metástasis con abatimiento de las fuerzas vitales. Aun está mas indicado en un estado mas avanzado, cuando hay putridez, desaparicion del exantema regular, y presentacion de petequias y ataxia.

Y cuando se tiene buen fondo como ese joven, es cosa fácil. ¡Ah! Pero usted me dijo que estuvo en el pueblo de donde es ese joven, ¿No estaba él allí entonces? Clara, que no tenía costumbre de mentir, se vió muy apurada con aquella pregunta; pero evocando toda la poca malignidad de su carácter, se dominó y mintió otra vez diciendo: No, no estaba.

La máxima perniciosa, que se propone nada ménos que asegurar el acierto con la malignidad del juicio, es tan contraria á la caridad cristiana, como á la sana razon. En efecto: la experiencia nos enseña que el hombre mas mentiroso dice mucho mayor número de verdades que de mentiras, y que el mas malvado hace muchas mas acciones buenas ó indiferentes que malas.

Fuera de esta malignidad de unos pelos rebeldes, el Marqués es feliz. Tiene la nariz aguileña y larga; lo que es eminentemente aristocrático y le llena de satisfacción. Es aficionado a la historia y se pasa la vida rebuscando las antiguas crónicas.

Enseñó a los hombres el modo de vestirse, a construir cabañas, a cultivar la tierra y reunirse en sociedad; acompañábalo una mujer a quien también la tradición da tres nombres: Chia, Yubecahiguava y Huitaca. De rara belleza, aunque de una excesiva malignidad, contrarió esta mujer a su esposo en cuanto él emprendía para favorecer la dicha de los hombres.

También el tío Frasquito conquistó en aquella escaramuza otro sobrenombre, que vino a aumentar ese largo catálogo de ellos que prodigan la malignidad y la envidia con tan grande profusión, en la alta sociedad madrileña.

Luego añadió con malignidad: Debo advertirle que tiene usted un rival. ¡Mucho cuidado, Ferragut! Volvió la cabeza para mirar al oscricario. Estaba ocupado en la contemplación da una gruesa señora de pelo gris y abundantes joyas, una viajera escoltada por su marido, que acogía con extrañeza las ojeadas asesinas del vendedor, sin llegar á explicárselas.