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Hizo observar que, a su entender, aquel éxtasis más bien se parecía a una manifestación de Satanás, que a una prueba del favor divino, y exhortó a su amigo a que buscara si no ocultaba nada maldito en su corazón. Silas, sintiéndose obligado a aceptar la censura y la advertencia como un servicio fraternal, no tuvo ningún resentimiento.

¡Maldito seas de Dios y de todos sus santos, Sancho maldito -dijo don Quijote-, y cuándo será el día, como otras muchas veces he dicho, donde yo te vea hablar sin refranes una razón corriente y concertada!

¡Este les pone á todos la pata! Pero, señores, gritaba don Custodio al oir tantas exclamaciones; seamos prácticos, ¿qué local hay más á propósito que las galleras? Son grandes, estan bien construidas, y maldito para lo que sirven durante la semana.

Quién sabe lo que Dios le tiene á usted reservado en el mundo. ¿A ? : tal vez días de felicidad al lado de personas que le amen. ¡Oh, cuántos seres existirán tal vez que se crean felices sólo con que usted lo sea! Yo que los habrá. ¡Qué buena es usted, señora! repitió Lázaro. Para no puede haber nada de eso. O no merezco otra cosa, ó estoy maldito de Dios.

En seguida, viendo desde el pasillo que Leocadia estaba en la cocina, gritó: ¡Mira, Leo, hazme a también chocolate, que vengo desfallecida! Pepe se apartó para dejarla pasar, y sin poder ni querer contenerse, exclamó con ira: ¡Maldito sea el fanatismo, que engendra tales cosas!

Esa idea de que no sirves para nada es causa de grandes desgracias para ti, ¡infeliz criatura! ¡Maldito sea el que te la inculcó o los que te la inculcaron, porque son muchos!... Todos son igualmente responsables del abandono, de la soledad y de la ignorancia en que has vivido. ¡Que no sirves para nada! ¡Sabe Dios lo que hubieras sido en otras manos!

Al leer este aviso, Pedro se echó a reír, se retorció los bigotes, se miró los brazos, con aquellos músculos que parecían cuerdas, le dio al hacha dos vuelos por encima de su cabeza, y de un golpe echó abajo una de las ramas más gruesas del árbol maldito. Pero enseguida salieron dos ramas poderosas en el punto mismo del hachazo, y los soldados del rey le cortaron las orejas sin más ceremonia.

"De eso pierda, señor, cuidado -le dije yo-, que maldito aquél que ninguno tiene de pedirme esa cuenta ni yo de dalla."

La consternada joven no podía asegurar que sus últimas diabluras mereciesen la denominación y categoría de rasgos; pero indudablemente eran una cosa muy mala. Sobre todo no había hecho maldito caso de las sabias recetas de vida social que le diera su amigo.

Eso es otra cosa dijo, abandonando el pesado envoltorio, satisfecho de caer sobre un tema agradable; cuando entro en esta casa, no te me ofendas ¡eh!, el corazón, porque yo también tengo corazón, aunque no lo parezca, se me empaca, como quien dice, las piernas me flojean... ¡si no fuera por el maldito estómago! pero allá, entro tan alegremente, seguro de no ser despedido con una coz.