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Su gente es mucha, mas su fuerza es poca, Desnuda, mal armada, que no tiene En su defensa fuerte, muro ó roca. Cada uno mira si tu armada viene, Para dar á los pies el cargo y cura De conservar la vida que sostiene. De la esquiva prisión amarga y dura, Adonde mueren quince mil cristianos, Tienes la llave de su cerradura.

Eso no tiene nada de particular, señoras, nada de particular; al contrario.... ¡Señor don Gil! dijo Salomé con una cosa parecida al rubor. ¡Señor don Gil! exclamó Paz con toda la majestad de su carácter reunida en un solo gesto. El que había sido abate y covachuelista comprendió que le habían entendido mal. Voy á rectificar exclamó.

¡Bueno!... ¡Entonces, también los otarios lo son!... ¡En el Brasil, la ley los castiga como estafadores! Individuos de estos he conocido que cuando se les ha motejado de ladrones se han indignado. ¿Yo ladrón?... ¡no he estado preso jamás por eso, señor!... ¡Yo no tengo sino estafas!... ¿Y la estafa no es robo? ¡Pero eso está mal hecho!

El protagonista es un mal médico, semejante á aquél, de quien dice lo siguiente Tirso de Molina: Más almas tiene en el cielo Que un Calígula ó un Nerón; Donde pasa todos gritan: Allá va la Extremaunción.

¡Dios mío! ¡Dios mío, maese Marner! dijo Dolly con el tono dulce de la compasión , ¿no habéis tenido nunca padre ni madre que os hayan enseñado a rezar y que hay palabras buenas y buenas cosas para preservarnos del mal? dijo Silas en voz baja ; muchas cosas a ese respecto, a lo menos sabía muchas. Pero nuestros hábitos son diferentes: mi país queda muy lejos de aquí.

Con el desprecio inconsciente de la juventud por la edad madura, Carlos no había podido ver un rival en aquel cincuentón bien conservado... Pero ahora, pensando mejor en el asunto, recordaba pequeños detalles que habían pasado inadvertidos: su frialdad intencionada, su hostilidad transparente, su despecho mal disimulado... y se preguntaba si esta omisión más o menos premeditada sería un desquite...

Me extraña de , Emilita... Me parece que un poco más de pudor y vergüenza no te vendrían mal... Pero ¡cómo la has de tener si los que tienen obligación de ponértela son los primeros en empujarte a lo malo!... Aquella sangrienta diatriba contra el autor de sus días dejó a éste pálido y clavado al suelo. Hubo un instante de silencio embarazoso. Una nota tan destemplada les sorprendió.

Es lo que yo quiero, que lleve el chisme». Encadenando ideas, se daba a pensar en el gusto que tendría de ver a doña Guillermina, presumiendo al mismo tiempo que si la viera había de sentir mucha vergüenza. «Le pediré perdón por lo mal que me porté aquel día, y me perdonará... como esta es luz.

Y lo que me fatiga es que no la puedo castigar ni reñir: que el ser ella secretario de nuestros tratos me ha puesto un freno en la boca para callar los suyos, y temo que de aquí ha de nacer algún mal suceso.

Recibe humildemente cuanto él te mande; mira que no se mueve la hoja del árbol sin la voluntad de Dios. El hombre no puede explicarse por que padece y llora; pero no hay mal que por bien no venga. El señor Fernández es muy fina persona.... Sírvele con empeño, procura agradarle.... Estoy seguro de que sabrá estimar tus buenas cualidades. ¡Me alegro, me alegro de que te vayas!