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Todos están contentos de él, y él parece estarlo también de la posición que ocupa; únicamente que representa a su país con un poco más de lujo del que yo quisiera; pero creo que, a pesar de ello, la Providencia no le abandonará nunca.

Había sonsonete de rezos y rumor de cuchicheos mundanos, los cuales, unidos al rodar de coches de lujo en la calle, no permitían oír con claridad el sermón. ¿Pero qué le importaba a Isidora el sermón, aunque saliera de labios elocuentes?

Sin embargo, nuestra casa era demasiado grande para nosotros. Usted ha visto. Usted no... en fin... ha visto que las salas lujosamente puestas parecen más solitarias e inútiles. Sobre todo solitarias. Todo nuestro palacio vivía así en silencio su estéril y fúnebre lujo. Un día, en menos de diez y ocho horas, nuestro hijo mayor nos dejó por seguir tras la difteria.

Nazaria no gastaba en liviandades, pero en lujo y ruinosos caprichos.

Las personas como nosotros no pueden darse el lujo de tener vino, pero pruébenla ustedes insistió, y como nos vimos instados, tuvimos el gusto de encontrar una excusa para prolongar nuestra visita.

La dama, sin decir una palabra, entró en el jardín, que era exiguo pero lindo y bien cuidado. Subió la escalera de mármol, debajo de una gran marquesina que ocupaba más de la mitad de la fachada del hôtel. No era éste muy grande, pero fabricado con lujo y arte, de piedra blanca de Novelda y ladrillo fino. Osorio lo había hecho construir hacía solamente cuatro o cinco años.

Una especie de chambra de cortas y anchas mangas, el relicario, un rosario y el pañuelo completan el traje. La superfluidad en el vestir es muy parca en Marianas; allí el lujo y la moda son divinidades á las cuales ni se les rinde culto, ni se les queman inciensos, circunscribiéndose tanto el hombre como la mujer á usar prendas tan sencillas como escasas en número.

Familias enteras que sólo salían a luz en las grandes festividades estaban allí desde las dos de la tarde, viendo pasar procesiones y más procesiones; mantos de Virgen, de aplastante suntuosidad, que arrancaban gritos de admiración por sus metros de terciopelo; Redentores coronados de oro, con vestimenta de brocado; todo un mundo de imágenes absurdas, en las que contrastaban los rostros trágicos, sanguinolentos o lloriqueantes, con las ropas de un lujo teatral cargadas de riquezas.

La tal pragmática sobre trajes, aunque reproducía algunas disposiciones de otras, era más estrecha y tenía nuevas y grandes disposiciones que no dejan de ser curiosas y que causaron no poco disgusto á los galanes sevillanos, muy dados al lujo en sus trajes y personas.

Mi vanidad me engañó y por eso me casé con Beatriz; feo yo y ella hermosa; viejo, y ella joven; pobre, y ella con todos los instintos y las inclinaciones a la elegancia, al lujo y a brillar en el mundo.