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Era ya anochecido cuando aquella segunda procesión entraba en la Alhambra, sirviéndole de bastonero el agradable Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana, quien, pasando a la estancia en que sobre su solio aguardaba el Sultán, le dijo a éste, tocando antes diez veces la tierra con su frente: Príncipe de los creyentes, ya llega el loco sobre los lomos de la sabiduría.

Con la muerte de esta pobre bestia creía Teresa que iba á quedar abierta una brecha en la familia por donde se irían otros. ¡Señor, que la engañasen sus presentimientos de madre dolorosa; que fuese sólo este sufrido animal el que se iba; que no se llevase sobre sus lomos al pobre chiquitín camino del cielo, como en otros tiempos le llevaba por las sendas de la huerta agarrado á sus crines, á paso lento, para no derribarlo!

3 Por tanto, mis lomos se han llenado de dolor; angustias se apoderaron de , como angustias de mujer de parto; me agobié oyendo, y me espanté viendo. 4 Se pasmó mi corazón, el horror me ha asombrado; la noche de mi deseo se me tornó en espanto. 5 Pon la mesa, mira del atalaya, come, bebe, levantaos, príncipes, tomad escudo.

Pero en medio de aquellas salas y en el centro de aquel intrincado laberinto, se erguía el grandioso templo erigido en honor de Crishna. En multitud de gruesos pilares, cuyas cuadradas bases tenían por pedestal sendas tortugas, se alzaban monstruosos elefantes, sosteniendo en sus lomos robustos el arquitrabe y el amplio friso sobre el cual se extendía la plana y sólida techumbre.

Guarnecía su cintura sobre el fajín lo que llamaban charpa, y era un ancho cinturón de cuero con diversos compartimientos ocupados por dos pistolas, un puñal y un cuchillo de monte, de modo que llevaba el niño en los lomos un completo arsenal, propio para hacer frente a todas las circunstancias imaginables.

Salaba los jamones con singular habilidad. El adobo con que preparaba los lomos antes de freírlos en manteca era sabroso y delicadísimo, y teñía la manteca de un rojo dorado que hechizaba la vista, daba delicado perfume y despertaba el apetito de la persona más desganada cuando entraba por sus narices y por sus ojos.

Don Paco, sereno y decidido, se apartó a un lado, brincó y salvó el bulto y sacudió otra vez tan fiero garrotazo en los lomos del de la carátula, que le hizo caer en el suelo boca abajo. Tendido ya en el suelo el bandido, don Paco se ensañó algo, y sin compasión le dio cuatro o cinco palos más. Como no se quejaba ni rebullía, don Paco le creyó muerto.

3 No comí pan delicado, ni entró carne ni vino en mi boca, ni me unté con ungüento, hasta que se cumplieron tres semanas de días. 4 Y a los veinticuatro días del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel; 5 y alzando mis ojos miré, y he aquí un varón vestido de lienzos, y ceñidos sus lomos de oro muy fino;

Arriba, las oficinas estaban instaladas con mayor lujo: las paredes eran de un blanco charolado; brillaban las mesas y taquillas de madera rojiza, así como los lomos de cobre de los grandes libros de cuentas. Los verdes hilos de la luz y de los timbres corrían por las cornisas de una á otra pieza, y sobre las chimeneas funcionaban relojes eléctricos.

Pero, ¿es que la Xuantipa estaba infiel al pobre Belarmino? Yo lo ignoraba. Ganas, quizás no le faltaban. Lo que digo es que, como Belarmino no sabía curar a su mujer, cuando la tenía, con jarabe de fresno, que no hay melecina mejor pa las mujeronas, pues, la fija, que su mujer le tenía a él siempre atosigao, y pa curarlo, pues, ya sabe usté, le ponía en los lomos cada cataplasma de estaca....