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Aun pudo ver que se abrazaban de nuevo y cambiaban algunas palabras que ella logró adivinar más bien que oyó. ¡A Ville d'Avray, a reunirme con mi hija! decía el doctor. ¡A Alemania, llevándome a mi amada! respondía Amaury.

Pepe le hizo un guiño malicioso como diciendo: "Has triunfado en toda la línea". El joven concejal sintió que se acercaba a pasos de gigante el logro de sus esperanzas y el apogeo de su dicha. El cotillón fué digno remate de aquel baile brillantísimo.

Será, sobre poco más ó menos, dentro de catorce mil y seiscientos años. Me parece que en período tan amplio bien puedo yo estirar y extender con holgura mis esperanzas hasta su completísimo logro en la anarquía de que he hablado.

Cuando los ciclos legendarios de la Grecia habían sido ya desenvueltos de un modo maravilloso por el genio de Esquilo en trilogías dramáticas que parecían insuperables, Sófocles logró, sin embargo, aventajarle. No hubiera conseguido esto, si guiado por el amor propio tratase de superarle buscando mayores y más vivos efectos, esforzando las galas del lenguaje.

Acaeció que un día llegó a su casa un mancebo muy gallardo a hacerle visita de parte de una prima suya, y al instante logró el demonio que se prendase de él perdidamente. Fue su pasión tan loca y miserable, que al cabo de algún tiempo de relaciones consintió en un pecado de impureza ofendiendo a Dios gravemente.

Mario logró desasirse, y besando con efusión las manos de su esposa, exclamó sonriendo, mientras bañaban su rostro las lágrimas: ¡Qué niños somos! Parece que me estoy despidiendo para el fin del mundo. Y salió de la estancia precipitadamente. Carlota le siguió, y en lo alto de la escalera volvieron a abrazarse. Cuando hubo salido a la calle y traspuesto la esquina, se detuvo.

Por un violento esfuerzo, logro recobrar un poco la calma, pero no puedo hablar... Francisca, que lo ha comprendido todo, se divierte grandemente, ríe, habla, afecta su expresión reservada de los buenos días, y exhibe de vez en cuando algún ingenio.

En fin, que se logró colocarle de mozo de mostrador en una droguería de Madrid, con poco sueldo por entonces, pero bien hospedado y mantenido en la propia casa de su dueño.

Después, en las horas que siguieron hasta la de la partida, se mostró tan jovial, tan charlatana, que en más de una ocasión logró que la frente de Elena se desarrugase y una sonrisa contrajese sus labios. En fin, hasta les cantó los couplets de los Pajaritos fritos y tocó el tango de las Cacerolas. Pero Elena no podía dominar un sentimiento de vergüenza que se leía claramente en sus ojos.

Si lo logro, se quedará encantado. Haga todo lo posible por que yo lo consiga; esto depende de usted. Soy muy ignorante; pero no tengo nada de tonta, y con algunos consejos saldré bien de este asunto. LA SE