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Orsi levanta la cabeza; sus ojos brillan; su mano izquierda se abate con un gesto instintivo, todo vuelve al silencio. Luego, en casa de Sarrió, los tres, en el misterio de la noche, ante las copas, bajo la lámpara, evocan viejos recuerdos. Azorín dice Orsi , ¿usted no conoció a Bottesini? Bottesini logró hacer con el violón lo que Sarasate con el violín. ¡Qué admirable!

Alegrísimo el siervo de Dios con tan buen principio de su misión, de donde infería el logro de sus deseos, se puso luego á tratar las paces de aquella gente con los Ziritucas, á quienes por un leve disgusto habían jurado dar la muerte; y asegurándose aquellos entre los bosques, habían saqueado y robado toda la tierra, y pegado fuego á las casas.

Gerif no logró alcanzar ni aquel suspiro de la libertad morisca, ni el terrible castigo que en los suyos se verificó, pues triste, pensativo y con el nombre de María en los labios, tardó poco tiempo en seguir a la luz de los ojos suyos. El soldado, perdido ya todo consuelo y dando al olvido su condición andariega y de aventuras, no pensó ni en más flotas, ni en más Indias, ni en más empresas.

Feliciana le ayudaba, estimulándole con maña, y así logró Rubín decir a la otra algunas cosas que por disimulo de sus sentimientos quiso que fueran maliciosas. «Tardecillo vino usted anoche. A las once no había vuelto usted todavía». Y por este estilo otras frases vulgares que Fortunata oía con indiferencia y que contestaba de un modo desdeñoso.

Cuando éste hizo quiebra, gracias a la reputación de honrado, activo e inteligente que había adquirido entre los hombres de negocios se abrió pronto camino en la Bolsa, montó una casa de banca y logró adquirir un capital considerable.

El Palacio Viejo, que aislado se ofrece en medio de la plaza, no logró interesarme un minuto á pesar de su antigüedad venerable y su color histórico.

Logró esta pacificacion, y habiéndose hecho tres dias de funerales por los muertos, visitó los enfermos, y los regaló con algunas cosas que le habian dado. Les esplicó la manera de tratamiento, y reprendió las cabezas de la sublevacion, corrigiéndolos amorosamente. No se supo en este mes otra cosa de lo acaecido en aquel pueblo.

Era don Modesto uno de aquellos hombres que tienen bastante buen corazón para desear sinceramente el bien de sus amigos, pero no poseen el valor necesario para contribuir a su logro ni imaginación bastante fecunda para hallar los medios de conseguirlo.

Después, aún se sentaba otro rato a confesar, y se iba a casa. Hasta la hora de comer, estudio, meditación, rezo. Después otra vez a la iglesia: rosario, enseñanza de doctrina, arreglo y aseo del templo. Desde que él llegó, éste comenzó a estar limpio y decoroso. Sin reprenderle, logró con el ejemplo, echando él mismo mano al plumero y a la escoba, que el sacristán cumpliese con su deber.

De pronto se alzó animada por una voluntad fatal, besó a su hijo apasionadamente hasta que logró despertarlo, envolviolo en una manta y cogiéndolo en brazos salió de la casa. Era la hora del oscurecer. Desde lo alto de la Gusanera, donde Basilisa vivía, veíanse llegar al muelle ya las lanchas pescadoras. Una muchedumbre las aguardaba.