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Tellagorri hacía que su nieto entrara en el río cuando llevaban a bañar los caballos de la diligencia, montado en uno de ellos. ¡Más adentro! ¡Más cerca de la presa, Martín! le decía. Y Martín, riendo, llevaba los caballos hasta la misma presa. Algunas noches, Tellagorri, le llevó a Zalacaín al cementerio. Espérame aquí un momento le dijo. Bueno.

Inclinado desde mozo al dibujo, estudió éste en su patria, siendo discípulo de Antonio Arfián, ignorándose en qué fecha, y con el deseo de perfeccionarse en el arte, abandonó España. Roelas trasladóse á Italia y allí estudió, especialmente, las obras de Ticiano, haciendo verdaderos y notables progresos, que se pusieron bien de manifiesto en cuantas obras llevó entonces á cabo.

Pues, señor, el criado se puso el sombrero y me llevó a una casa muy grandísima y muy alta, que era a moo de iglesia, sólo que en el lugar de cirios, tenía unas lámparas que alumbraban como soles. En rededor había como unos asientos, en que estaban sentadas, más tiesas que husos, más de diez mil mujeres, puestas en feria, como redomas en botica.

Cuando la pobre se alzaba sobre su dolor, confortada por mi amistad y purificada por tu inocencia, vino la muerte y se la llevó.... ¡Que no te sonroje su recuerdo; guárdale con respeto y con amor! Salvador interrogó otra vez con amargura. Pero, ¿y mi padre..., mi padre?

Entre los poetas que aqui vinieron con el señor Pancracio de Roncesvalles, se quejaron algunos de que no iban en la lista de los que Mercurio llevó á España, y que asi vm. no los havia puesto en su Viage.

Pero en esto la llamó su madre «parleteruca sin sustancia» y se la llevó consigo fuera de allí para otras ocupaciones de urgencia, por lo cual no pude yo decirla lo que pensaba en apoyo de su dictamen, en consideración siquiera a la culpa que yo tenía de aquel trastrueque, y, sobre todo, a que se le puso a la pobre la cara como una amapola con la reprimenda, aunque lanzada en son de chanza.

Llevó el pintor el cuadro al cabo de cierto tiempo, pero era claro que ni cupieran once mil cuerpos en un lienzo, ni había para qué ponerlas todas; había, pues, imaginado el pintor de Ubeda figurar un templo de donde iban saliendo, y así sólo podrían contarse alguna docena en primer término, dos o tres docenas en segundo, e infinidad de cabezas que de las puertas salían.

Un ser sobrenatural que naufragó la felicidad humana en el paraíso, y llevó el pecado y la muerte al mundo, está nombrado para el oficio de tentar a los hombres, en todos los tiempos, en todos los lugares, durante la vida; capaz de entrar en la mente de sus víctimas y pervertir su alma, en sociedad y en soledad, en el sueño, aun en la plegaria, capaz de asumir todos los disfraces, aun de aparecer como un ángel de luz.

Y Lacour tuvo que esforzarse durante cuatro meses, formulando súplicas y forzando resistencias para conseguir que don Marcelo pudiese realizar este viaje. Un automóvil militar se llevó, al fin, una mañana á todos los de la familia Desnoyers. El senador no pudo ir con ellos.

Bruscamente llevó la mano a la mesa de noche, encendió la bujía y saltó de la cama: acercose al espejo y se contempló largamente, repasando con el dedo todos los rincones del rostro para cerciorarse de que no existían las temidas arrugas. Un gemido que sonó detrás le hizo volver la cabeza. Levantó la bujía y clavó una mirada recelosa en su hija, tendida en el suelo y tiritando. La niña no dormía.