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¡Nadie te fuerza, hijo mío! pero si pretendes casarte con una niña criada en una cueva, con una niña que nada haya visto ni oído y que lleve a la cámara nupcial el candor de la cuna, eres más inocente de lo que yo conjeturaba.

Y tan intensamente me embebí en mi contemplación, que me llevé conmigo su imagen hermosa y entera, sin faltar un hilo de sus cabellos ni una ondulación de la seda que vestía su cuerpo y corrí a encerrarme con ella, alborozado, como el artista que en alguna obscura tienda, entre polvo y trastos, descubriese la Obra sublime de un Maestro perfecto. Y ¿por qué no confesarlo?

Si se casa mi hijo... nuestro hijo, con una dama, y esa dama concurre á la corte, que lleve algunos días puesto este aderezo, y un medallón en que hay un rizo de mis cabellos. Bien, muy bien, señora. Ahora, caballero, ahora que todo ha concluído entre nosotros, no volváis á verme, sino para algo demasiado grave, para decirme, por ejemplo, si soy tan desgraciada... nuestro hijo ha muerto.

15 Y le dijo el Señor: Ve, porque vaso escogido me es éste, para que lleve mi Nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; 16 porque yo le mostraré cuánto le conviene que padezca por mi Nombre.

No se olvide usted de que me pertenecenAl pronunciar estas palabras, el desconocido se detuvo otra vez, y viendo la turbación y la duda que se retrataban en mi rostro, dijo: «Ya le había anunciado a usted, joven; le cuesta trabajo creerme; todo esto le parece un sueño, una quimera... ¡A también!... Y, sin embargo, los grados, los honores que obtuve no eran una ilusión; los soldados que llevé al combate, los reductos tomados, las banderas conquistadas al enemigo, las victorias que tanto asombro causaron a Francia... todo esto fue obra mía, toda esta gloria me pertenece

Es lo que yo quiero, que lleve el chisme». Encadenando ideas, se daba a pensar en el gusto que tendría de ver a doña Guillermina, presumiendo al mismo tiempo que si la viera había de sentir mucha vergüenza. «Le pediré perdón por lo mal que me porté aquel día, y me perdonará... como esta es luz.

Después la Nela se detuvo y cayó de rodillas. ¡Oh!, señor exclamó con espanto no me lleve usted. Estaba pálida y descompuesta con señales de una espantosa alteración física y moral. Golfín le tiró del brazo. El cuerpo desmayado de la vagabunda no se elevaba del suelo por su propia fuerza. Era preciso tirar de él como de un cuerpo muerto.

Hace días dijo Golfín que en este mismo sitio te llevé sobre mis hombros porque no podías andar. Esta noche será lo mismo. Y la levantó en sus brazos. La ardiente respiración de la mujer niña le quemaba el rostro. Iba decadente, roja y marchita, como una planta que acaba de ser arrancada del suelo, dejando en él las raíces.

El arroyo tiene entonces el color gris del hierro; las hierbas del fondo ondulan tristemente; el agua, tan alegre y susurrante en la época de las flores, parece que en su masa lleve algo doloroso y sombrío. Algunos viejos raigones situados cerca de la orilla aparecen cubiertos con mantos de nieve.

¡Agapito... Agapito... por Dios, no me las lleve!... ¡Agapito!... ¡señor escribano!... por Dios no me las lleve... por su madre... no me las lleve... ¡por Dios no me las lleve! Y deshecho en llanto, corría de uno a otro lado con las manos plegadas pidiéndoles misericordia. Los alguaciles ataban en silencio, con la cabeza baja, sin atreverse a mirarle.