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Marta, aunque afectando cierta recóndita superioridad al principio, también estaba encantada, llena de orgullo, sin quererlo, al hablar con Serafina; pero pronto se sintió deslumbrada y vencida, y sintió en la actriz una superioridad real que, si no era del género suprasensible de la que ella, Marta, se atribuía, era mucho más efectiva y susceptible de ser reconocida.

Aquella mesita baja y larga, cubierta con un mantel viejo, iluminada por un quinqué con pantalla verde, y llena de cajitas, ruedas de alambre y rollos de papel, se me antojaba, a veces, como un arriate engalanado con todos los primores de un jardín.

Aquí, casi bajo mis plantas, la ciudad romana y gótica, triste, sucia, sombría, en laberinto inexplicable, pero llena de misterio, de tradiciones y monumentos típicos.

Tembló otra vez la cama, y dos gotas de turbio cristal rodaron por las mejillas lívidas de Julio. Sus labios de cirio se contrajeron con una postrera desgarradura, y Carmencita, inclinándose sobre aquella despedida suprema, le besó en la frente con una caricia sedosa y pura, llena de celestial encanto....

Cuando comparo hoy el rostro pálido, flaco y resignado que me llena el alma entera, con esa cara pícara, de mejillas llenas y sonrosadas, que a veces se me aparece, resplandeciente, desde el fondo de mi pequeña infancia, me cuesta trabajo concebir que hayan realmente pertenecido a una sola y misma persona.

Las campanas de la Catedral doblaban pesadamente con ecos plañideros y entrecortados de silencios, como suspiros de agonía. Pero sólo las campanas lloraban en aquella mañana llena de sol y vida. Escuchábalas yo sin emoción alguna y me daban ganas de decirles: «, ; ha muerto... Todo muere, y ha hecho como los demás, lo más tarde que ha podido, la venerable dama.

¿Que si lo han visto?... ¡Ya lo creo! ...Gran movimiento en la tienda de Sid'Omar... El cafetero llena las tazas, enciende otra vez las pipas.

«Ya tengo el don de lágrimas, leyó el Magistral en voz alta como diciéndoselo a jilgueros y gorriones, petirrojos y demás vecinos de la enramada, ya lloro, amigo mío por algo más que mis penas; lloro de amor, llena el alma de la presencia del Señor a quien usted y la santa querida me enseñaron a conocer. En fin, de esto ya le hablé.

Algún autor ha supuesto que este nombre era una composición de alog que significa «vadear» de donde tagalog significaría «hombres ó habitantes del vado». Tampoco nos satisface la explicación, y más lógico es aceptar que proviene de la raíz alog que, en Pangasinán, significa «tierra baja que se llena de agua al llover», porque precisamente los indígenas que á la llegada de los españoles se llamaban tagalog en la región de Manila, habitaban, lo mismo que hoy, tierras bajas y anegadizas.

No hay plaza, no hay rincon, no hay calle ó casa Que de sangre y de muertos no esté llena, El hierro mata, el duro fuego abrasa, Y el rigor ferocisimo condena: Presto vereis, que por el suelo rasa Está la mas subida y alta almena, Y las casas y templos mas crecidos En polvo y en ceniza convertidos.