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Entonces llevaron fuera de la alcoba á la madre, al padre y á los más inmediatos parientes, y dos ó tres amigas y las criadas se ocuparon en cumplir el último deber con la pobre niña muerta. La vistieron con riquísimo traje de batista, la falda blanca y ligera como una nube, toda llena de encajes y rizos que la asemejaban á espuma.

A cabo de tres días yo torné en mi sentido y vime echado en mis pajas, la cabeza toda emplastada y llena de aceites y ungüentos, y espantado dije: "¿Qué es esto?" Respondióme el cruel sacerdote: "A fe que los ratones y culebras, que me destruían, ya los he cazado." Y miré por y vime tan maltratado, que luego sospeché mi mal.

Piafaban los caballos con la boca llena de espuma, esparciendo en torno el pajizo olor de las cuadras, y de vez en cuando un relincho contagiaba a toda la línea de brutos briosos, que parecían contestar con nerviosos pataleos a este llamamiento de libertad.

9 Y me dijo: La maldad de la Casa de Israel y de Judá es grande sobremanera, porque la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversidad, porque han dicho: El SE

Con una cruz de piedra, un par de jinetes rebujados en sendas capas, un camarín bien amueblado, una dama de rara belleza, un castillo con ventanas ojivales y una noche de luna llena, tenía lo bastante nuestro mancebo para armar un belén de seis mil diablos muy interesante, capaz de poner la carne de gallina a cualquiera.

Luego, los tres se contemplaron un instante en el mayor silencio. El efecto que el doctor produjo a Amaury era de los más deplorables. Después de ocho meses de ausencia le encontraba más cambiado que si hubiesen transcurrido ocho años. Su pecho se había encorvado, su frente estaba llena de arrugas, la voz le temblaba, y sus cabellos se habían puesto blancos como la nieve.

Después de algunos momentos de una vacilación llena de gracia, Adela pareció ceder a una orden más pronto que acceder a una súplica, apoyando ligeramente su mano en mi brazo; entonces yo fijé aquella mano con fuerza, apretando el brazo contra el costado, y eché a andar precipitadamente en la dirección que Adela parecía seguir.

Y mientras decía esto, por no estar inactivo, cogía de un telar la cazuela llena de granos, lanzando con voz de falsete un ¡pul! ¡pul...! interminable, y arrojaba puñados al suelo, arremolinándose en torno de él las gallinas y palomos, escandalosas, agresivas, disputándose aquel maná con furiosos picotazos.

Por desesperación, por idealismo. Serías buena, no serías perversa. no puedes entenderme ¿ves? Yo daría mi vida por un verdadero amor y por alguien que realmente lo mereciera. Y , en tanto, no serías capaz de sacrificarte nunca. Creyéndote buena, sin embargo estás sin saberlo llena de vanidad y de tontera.

Juan no ha olvidado aún la mirada llena de ternura con que el señor Aubry lo contempló durante largo tiempo, mirada penetrante y buena, que le dio valor. Ven acá, Juan Durand. Puesto que el oficio de carpintero no te gusta ¿quieres que yo sea tu patrón? ¿Usted? , yo. Juan recuerda que dijo con desenfado: Pero si usted es el señor alcalde, no puede ser mi patrón... El señor Aubry se sonreía.