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Llegaron todos sanos y salvos el Sábado Santo á la Reducción de San Juan Bautista, habiendo gastado más de cuarenta días en el viaje.

Aquí dio fin y término otra vez mi ya vacilante serenidad, y el «nudo» que me estaba oprimiendo la garganta rato hacía, trocóse en humor benéfico que me empañaba los ojos y crecía por el contagio del llorar de las mujeres que me acompañaban en el cuarto, y que, al fin, llegaron a contaminar a Neluco, médico y todo, mientras volvía a oírse afuera la nota triste de antes recorriendo los grupos y las masas de aquellas compungidas y humilladas gentes... Hasta que vibró de nuevo la voz del Cura, y todo calló, como si hasta con el respirar se profanara la augusta solemnidad de lo que iba a suceder allí... como creería yo profanarlo si me atreviera a extraer su recuerdo del sagrado de la memoria, donde lo guardo indeleble, para describirlo con mi pluma torpe y grosera en este miserable papel.

A última hora llegaron don Sabas y Neluco: el primero resuelto a quedarse allí, sin que lo notara el enfermo, favor que le habría pedido yo si no se hubiera anticipado él a ofrecérmele; el segundo a informarse del estado de las cosas antes de retirarse a descansar.

Llegaron a la calle de Rebollo, número 68, y paró el coche ante el hotel, especie de bombonera, más pretenciosa que artística, más bonita que lujosa.

Y como llegaron

Aquel era uno y por eso la capilla estuvo desierta hasta que llegaron las dos señoras. Visitación se confesaba cada dos o tres meses, no conocía a punto fijo los días fastos y nefastos, ignoraba cuándo se sentaba el Provisor y cuándo no. La Regenta venía por primera vez, «¿por qué no le había avisado?

Como se ve, los que querían empaparse bien de las lecturas y estar con desahogo abonaban una cantidad mensual, la cual era de ocho reales, con los que Tolva atendía al pago de las suscripciones, que llegaron á ser bastante numerosas.

Por fin llegaron al Empíreo, donde según Alfonso el Sabio, habitan los santos, los ángeles, los tronos y las dominaciones, todos ocupados en la perdurable alabanza del Señor.

En este sentido hubo tentativas de Le Brun, Fontanes, Andrés Chénier y muchos otros. Se hacían por entonces estudios más completos sobre el arte en general; había nacido y hubo de divulgarse una a modo de ciencia moderna, llamada filosofía de lo bello, estética o calología, y llegaron a comprenderse con más profundidad crítica las diversas literaturas.

Con la idea de cortarlos y que no se reuniesen á los demas, dió Orellana la órden para que un destacamento de caballeria saliese á atacarlos, lo que egecutó tan oportunamente, que al propio tiempo llegaron los indios fieles de Paucarcolla, Guaca y la Estancia de Moro, que los tomaron por la espalda.