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Cuando sonaba la hora de la llegada de Juan, acechaba sus pasos en la escalera. Al principio lo hacía maquinalmente, ansiosa de ver calmarse a su padre; pero una noche sorprendiose de esperar a Juan tan febrilmente... ¡Cómo, su camarada de la infancia la preocupaba hacía algún tiempo! ¿Era, pues, un hombre nuevo o lo había desconocido hasta entonces?

Su rostro cetrino se coloreó con una aurora alegre. «¡Al diablo la muerte y sus miedos! ¿Iba un hombre honrado a pasar la existencia entera temblando por su llegada?... Podía presentarse cuando lo tuviese a bien. ¡Mientras tanto, a vivir!...» Y manifestó esta voluntad de vida durmiéndose en un poyo, con sonoros ronquidos que no lograban asustar a las moscas y avispas revoloteantes en torno de su boca.

Yo haré relacion de lo que he visto. Al dia siguiente de mi llegada á la capital de Francia, fuíme al Cuartel Latino á visitar dos casas célebres: la que habitó últimamente Robespierre y aquella en que vivia Marat cuando la heróica Carlota Corday libró á la humanidad de tan furibundo demagogo.

No, señora dijo la omnipotente charlatana, sobre todo cuando se tiene hija o nieta casaderas. Y viendo a lo lejos a una de sus amigas, saludó con prisa a la abuela para correr a la recién llegada y emprender con ella el chisme del día. Abuela, me pones en evidencia dije furiosa por las murmuraciones de que era objeto. No te importe, hija mía dijo la abuela siempre filósofa.

Martín explicó a su novia como no le era posible desatender la invitación, y dejando a Bautista y a Catalina fué en compañía del oficial. La casa de la señora de Briones estaba en una calle céntrica, con soportales. Rosita y su madre recibieron a Martín con grandes muestras de amistad. La aventura de su llegada a Logroño con un una señorita y una monja había corrido por todas partes.

Sin embargo, desde la llegada del P. Gil al pueblo, el rebaño había experimentado algunas bajas. Varias beatas abandonaron su sotana protectora para colocarse bajo la férula del nuevo excusador.

El acontecimiento fue nada menos que la llegada al mundo del anhelado varón. Todo fue júbilo entonces y locura y desconcierto en la casa, de la cual pudiera decirse, sin gran exageración esta vez, que fue echada por la ventana.

Lo atravesé, eché a andar entre los arbustos y las zarzas hasta que... La llegada del guardabosque interrumpió su explicación. Andrés descansó despacio la culata de su fusil en el suelo, y dijo: Señora, estoy pronto; cuando gustéis. En la puerta las dos mujeres se abrazaron y cambiaron algunas palabras más; después Marta siguió al guarda a través del bosque.

El director contestó que llegarían a la noche. «Perfectamente; se dijo, si la música no va a recibirle, al menos no se quedará sin serenata. ¡Y que rabien esos miserablesLa llegada del duque de Tornos coincidía, como hemos visto, con la romería de San Antonio.

ENRIQUE. , es el duque. ELSA. Dios mío, ¿cómo le confesaré mi traición? He abrazado a otro. ENRIQUE. El duque llega, y yo debo alejarme. Tiene gracia; me inspira algo así como celos el feliz mortal cuya llegada anuncian esas trompetas. ELSA. Llega de una manera solemne, acompañado de barones armados. ENRIQUE. Y de guerreros.