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Al verla tal cuales hoy dia, desde luego se conoce que no ha sido obra de los Jesuitas: empero, á pesar de su colocacion en medio de una llanura, y de la temporaria inundacion de sus contornos, nada tiene de insalubre. Las casas de los indígenas están en desórden, y la puerta de la iglesia en vez de dar sobre la plaza, mira hácia el campo.

Hay luego que subir por otro brazo hasta desembocar nuevamente en la llanura, donde el pobre viagero tiene que pasar una jornada, espuesto á los ardores de un sol abrasador ó á los impetuosos aguaceros.

El aire era transparente, la sierra tomaba un color de violeta obscuro, la llanura se teñía de gris; por el ambiente corrían las frías claridades, el aliento fresco que denunciaba la proximidad del invierno. No hace más que cuatro días que la señorita ha llegado y ya parece otra dijo la doncella que se hallaba a sus pies arrodillada cambiándole el calzado.

En aquel país ya no había carreteras cubiertas de guijarros, de polvo ó de lodo; ya había dejado la llanura baja, ya estaba en la montaña, que era libre aún. Una vereda trazada por los pasos de cabras y pastores, se separa del sendero más ancho que sigue el fondo del valle, y sube oblicuamente por el costado de las alturas.

Abajo, junto á la llanura, han sido respetados los bosques de castaños, gracias á las hojas, recogidas por los aldeanos para la cuadra, y á los frutos que éstos mismos comen en las noches de invierno. Pocas selvas, ni aun en las regiones tropicales, donde alternan los grupos de árboles de más diferentes especies, presentan más pintoresca variedad que los bosques de castaños.

Aunque aquel paso era áspero y difícil, lo atravesaron en pocos minutos y bajaron a la llanura. La obscuridad era tan completa, que no podían distinguir los grupos de caníbales, aunque oían muy bien su salvaje clamoreo, alejándose hacia el Este, en dirección de la colina y el bosque. No están a más de una milla de aquí dijo el Capitán, después de escuchar con atención un rato.

Jamás había visto una llanura igual, campo de tristeza, de ilimitada extensión; los árboles de derecha é izquierda se le antojaban fantasmas negros que estaban allí con los brazos abiertos; brazos enormes con manos horribles de largos y retorcidos dedos. Anduvo mucho, hasta que al fin vió delante de una cosa blanca, una como figura de hombre, de un hombre muy alto, y sobre todo muy blanco.

Por el contrario, era una aldea situada en la rica llanura central del país que nos complacemos en llamar la Alegre Inglaterra, en la que había granjas que, consideradas del punto de vista espiritual, pagaban al clero diezmos muy deseables.

No era prudente seguir explorando aquella llanura, en la cual podían exponerse a caer en alguna emboscada. Ya sabían que los australianos los habían descubierto, y que debían estar muy sobre aviso para no ser sorprendidos.

La llanura desnuda y severa no tenía ya ni una pizca de rastrojo seco que recordara el verano ni el otoño y no mostraba ni una sola hierba nueva que hiciera esperar la vuelta de las estaciones fértiles. En la lejanía distinguíanse muchas parejas de bueyes de pelo bermejo, arrastrando los arados, hundidos en la tierra negruzca, con movimiento lentamente uniforme.