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- llama -dijo don Jerónimo-, pero no me acuerdo en qué manera, aunque que son malsonantes las razones, y además, mentirosas, según yo echo de ver en la fisonomía del buen Sancho que está presente.

Sobre vosotros corre una catarata que todo lo inunda; á vosotros tambien. Sobre vosotros hay un espíritu que os llama idiotas cuando sois injustos, á vosotros, montones de oro, que ofuscais mi vista, á vosotros, que me teneis estático, como si contemplara un prodigio.

Doña Laura propuso jugar a la brisca; trajo D. José de su cuarto una sebosa baraja, y en el comedor, bajo la pestífera llama del petróleo mal encendido, formaron el más alegre corrillo que vieron casas de huéspedes. Huyendo de tanta vulgaridad, retirose Isidora a su cuarto, donde se encerró.

La diferencia está en que el Maestro Cencias componía un husillo de lagar, arreglaba las ruedas de una carreta o hacía un arado, y esta nuera suya hace dulces, arropes y otras golosinas. El suegro ejercía las artes de utilidad: la nuera las del deleite, aunque deleite inocente o lícito al menos. Antoñona, que así se llama, tiene o se toma la mayor confianza con todo el señorío.

Cuando el duque se despidió, María habló al oído a Stein y le dijo con la mayor precipitación: Nos iremos; nos iremos. ¡Y qué! ¿La suerte me llama y me brinda coronas, y yo me haría sorda? ¡No, no! Stein siguió tristemente al duque. Cuando entraron en el convento, la tía María preguntó a este, que trataba con mucha bondad a su enfermera, ¿qué tal le había parecido su querida María?

Hemos empleado una gran parte de la mañana en hacer varias pequeñas compras. Mi mujer. Compremos ahora un ovillo de hilo. Yo. Es que yo ignoro cómo se llama el ovillo en francés. Mi mujer. Pues, compremos trencilla para atar las botas. Yo. Es que yo ignoro cómo se llama la trencilla en francés. Mi mujer. Pues compremos siquiera los camisolines. Yo.

En toda el Asia, en toda la Turquía de Europa, en Italia, en Grecia, en casi toda España, en Portugal, en la mayor parte de América; en la América tradicional por hábito, aunque sea social por instituciones que no han tenido tiempo de renovar la faz política; en todos esos pueblos enumerados la mujer pertenece al primer período: es egipcia; es la esclava del Faraon que se llama marido; familia, hogar; es la flor que se cria en el jardin para que la huela su amo.

¿Conoces á un hombre que se llama Gregorio? preguntó á un niño que jugaba en la calle. El niño la miró con asombro y no respondió. Vamos, , ¿conoces á un hombre que se llama Gregorio, que tiene por mujer á una que se llama Felicia? volvió á preguntar con impaciencia. El mismo asombro y el mismo silencio por parte del chico.

Jamás, mientras vivió, comprendí la hermosura de su alma. Ninguna belleza era comprensible para : el mundo y la vida me parecían desprovistos de esa cualidad. Tenía dentro de un infierno, nada podía apagar la llama que me devoraba. Todo cuanto yo tocaba quedaba reducido a cenizas. Ella me amó por compasión: el instinto, la necesidad, la voluptuosidad del sacrificio me la entregaron.

-No yo cómo se llama -replicó Pedro-, mas que todo esto sabía, y aún más. «Finalmente, no pasaron muchos meses, después que vino de Salamanca, cuando un día remaneció vestido de pastor, con su cayado y pellico, habiéndose quitado los hábitos largos que como escolar traía; y juntamente se vistió con él de pastor otro su grande amigo, llamado Ambrosio, que había sido su compañero en los estudios.