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Primero díjole éste, pon una theoría de vírgenes que arrastran sus túnicas de lino a la sombra del laurel-rosa, cada una con un lirio en la mano. «Segundo, un lago verdinegro donde nadan amorosamente dos cisnes, a la luz del plenilunio. «Tercero, un albatros que vuela serenamente sobre la tormenta del Océano.

Llegad en torno mio, Venid, sombras nocturnas, Y alzad con poderío Las cinerarias urnas, Cubiertas con el lirio Que consagró el martirio: Alzad, sombras, alzad! Bañadlas con el llanto Del pueblo que suspira, Y el ardoroso canto Que se alce con mi lira, Por todo el hemisferio Libre del cautiverio. Llevad, sombras, llevad!

4 Yo medicinaré su rebelión, los amaré de voluntad; porque mi furor se apartó de ellos. 5 Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano. 6 Se extenderán sus ramos, y será su gloria como la de la oliva, y olerá como el Líbano.

En campos de batalla, luchando con delirio Otros te dan sus vidas sin dudas, sin pesar; El sitio nada importa, ciprés, laurel ó lirio, Cadalso ó campo abierto, combate ó cruel martirio, Lo mismo es si lo piden la patria y el hogar.

Porque la Musa de la Noche enciende en nuestros epitalamios el lampadario inmortal de la Belleza. Y la pobre carne se transfigura cuando ella trae en la mano el lirio del más allá, el lirio del Misterio y de la Poesía, como una celeste Anunciación para el espíritu, hundido en la carroña igual que en un abismo. Un viejo café galante

Lirio va a interrumpir. Lario le contiene alargando la mano. Aguarda. Concluyo en seguida. ¿Qué es una ciudad, y dentro de una ciudad, una calle? Una finalidad concreta; un lugar donde vivir de asiento, con agrado y comodidad.

Pero a veces, señora, cuando más luce el poeta, es cuando la fragancia aspira del humilde lirio que entre la yerba se esconde, y con plácida voz y acordada armonía le canta.

Si al menos este afán que me devora alejarlo del alma consiguiera...! Más, ¡ay! que esta ilusión engañadora hasta en el sueño me persigue fiera. Yo te veo en el rayo delicado con que flota la luna en el vacío, y en las hojas del lirio perfumado cuando esconde una gota de rocío.

La siento levemente reclinada, muy levemente, como si llevase de mi brazo a un fantasma. Va vestida con un amplio ropón de terciopelo negro, y su cabeza es pálida, como el místico lirio de la luna. Sus ojos son verdes, como pequeños océanos tumultuosos, y tienen verdes ojeras como el licor emponzoñado con que la luna hace cantar a sus ahijados en los trágicos manicomios. ¡Los ojos de la Noche!

Podía perdonarle que su boca fuese una regadera cuando hablaba, y la medida anormal de esta boca, y otros defectos corporales; pero, francamente, que pretendiese estorbar el matrimonio de su niña, que un rasca-tripas como él tratase de competir con aquel claro fanal de todas las virtudes, con aquel lirio fragante que la Providencia iba a darle por yerno, para esto no había perdón ni en la tierra ni en el cielo.