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Envenena con el aliento y se come a los chicos. ¿Quién la ha visto? Creo que nadie la ha visto. ¿Y usted la tiene miedo? Yo, no. Pues vamos a entrar en su casa. Vamos. Entramos en la cueva. No estaba, como en mi tiempo, llena de malezas, sino completamente limpia; en el fondo había una cama de paja, de algún pastor.

MORTADELA. Se toma dos kilos de carne muy magra de cerdo, se limpia de nervios, se pasa por la maquinilla; después, en una tabla se golpea con un mazo de madera para que forme una pasta; se sazona de sal, especia, un poco de sal de nitro, otro de azúcar morena, removiendo la pasta por igual.

Seno de Maligay-Banganga. Se abre inmediatamente al E. de la limpia y escarpada punta de Dumanquilas; tiene 5 millas de ancho en su entrada y profundiza otro tanto hacia el NE. pero el bajo fondo y arrecife que de las costas de esta parte se extiende hacia el SO., con fondo variable sobre el de 6,8 á 3,3 metros en su extremo, reducen la mitad próximamente la extensión del seno. Bahía Illana.

Mirose mucho al espejo y se puso el velo. ¡Bien, bien! Su dignidad, su hermosura, su derecho mismo, resplandecían más en la decencia correcta y limpia de su vestido negro. Mirose luego a los pies. ¡Bien, muy bien!

Soy la misma Sanguijuelera, más saludable que el tomillo, más fuerte que la puerta de Alcalá, siempre ligera para todo, siempre limpia como los chorros del oro, más fiera que el león del Retiro, si se ofrece, resignada con la mala suerte, sin deber nada a nadie, y más charlatana que todos los cómicos de Madrid».

El primero que caía era mi señor hermano, por ladronazo y sin entrañas; ¡qué bala más bien puesta y más merecida! luego mi sobrino Jacintito, por botarate y sinvergüenza, y ese portugués, que se me figura un lagartón de marca mayor. ¡Y tantos otros! a éste quiero, a éste no quiero ¡zás! ¡zás! ¡zás! ¡Qué limpia más necesaria y más útil!

Limpia entré en poder del que el cielo me dio por mío, limpia he de salir dél; y, cuando mucho, saldré bañada en mi casta sangre, y en la impura del más falso amigo que vio la amistad en el mundo.

Aquella pobre morada se había aseado y dispuesto con esmero y decencia, gracias a los cuidados de la tía María y del hermano Gabriel. Sobre una mesa se había colocado un crucifijo con luces y flores, porque las luces y los perfumes son los homenajes externos que se tributan a Dios. La cama estaba limpia y primorosa.

Lo más extraño fue que, de exageradamente limpia, se hizo algo desaseada, como si alguien la hubiese convencido de que nadie debe atender primero al lavado del cuerpo que a la pulcritud del alma.

No había en todo Cádiz mujer más hacendosa y limpia y discreta ni más amiga de la verdad, y se empeñaba en que todos admirasen, como él, sus palabras graves y medidas, su gesto severo y hasta las más leves inflexiones de la voz. Un día María-Manuela le llamó aparte estando de reunión en la tienda y le dijo en voz baja: Mira, Velázquez, te veo ya demasiado chalao.