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- es -dijo el licenciado-; y aquél es el caballo de nuestro don Quijote. Y conociéronle tan bien como aquellos que eran el cura y el barbero de su mismo lugar, y los que hicieron el escrutinio y acto general de los libros.

Se le encendían los ojos, y se volvía a sentar, de codos en la mesa, con la cara llena de lágrimas. Así pasó la vida, defendiendo a los indios. Aprendió en España a licenciado, que era algo en aquellos tiempos, y vino con Colón a la isla Española en un barco de aquellos de velas infladas y como cáscara de nuez. Hablaba mucho a bordo, y con muchos latines.

Pidió don Quijote al diestro licenciado le diese una guía que le encaminase a la cueva de Montesinos, porque tenía gran deseo de entrar en ella y ver a ojos vistas si eran verdaderas las maravillas que de ella se decían por todos aquellos contornos.

Igual reputación contaría en la villa de Lebrija Antonia Sánchez, mujer de Juan Gutiérrez Hidalgo, la cual durante mucho tiempo dedicábase á la especialidad de curar las quebraduras de brazos y de piernas con permiso del Licenciado Loaysa, y no obstante aquel el Licenciado Roxas, Teniente de Asistente, le prohibió que lo hiciese, por lo cual acudió al Cabildo, á fin de que le ratificara el permiso obtenido.

D. Antonio Francisco. Diego Gutiérrez. Licenciado Manuel González. Francisco Salado Garcés. Luis de Guzmán. Juan de Orozco. Jacinto Hurtado. Francisco de Llanos y Valdés. Maestro León y Calleja. Gaspar Lozano Montesinos. Manuel Morchón. Jerónimo Malo de Molina. Juan Maldonado. Dr. Francisco de Malaspina. Jacinto Hurtado de Mendoza. Jacinto Alonso Maluendas. Blas de Mesa. Felipe de Milán y Aragón.

-No hagas tal -respondió don Quijote-, y acuérdate del verdadero cuento del licenciado Torralba, a quien llevaron los diablos en volandas por el aire, caballero en una caña, cerrados los ojos, y en doce horas llegó a Roma, y se apeó en Torre de Nona, que es una calle de la ciudad, y vio todo el fracaso y asalto y muerte de Borbón, y por la mañana ya estaba de vuelta en Madrid, donde dio cuenta de todo lo que había visto; el cual asimismo dijo que cuando iba por el aire le mandó el diablo que abriese los ojos, y los abrió, y se vio tan cerca, a su parecer, del cuerpo de la luna, que la pudiera asir con la mano, y que no osó mirar a la tierra por no desvanecerse.

Respondiéndole el Alguacil, al mismo tiempo que los recibió: Vuesas mercedes perdonen el haberme equivocado, y el señor Licenciado se vaya libre y sin costas, más de las que le hemos hecho; que yo me he puesto a un riesgo muy grande habiendo errado el golpe.

Pero ya, señor licenciado, sin pan y carne no se sustenta buena sangre, y por la misericordia de Dios, todos la tienen colorada y no puede ser hijo de algo el que no tiene nada. Ya he caído en la cuenta de las ejecutorias, después que hallándome en ayunas un día, no me quisieron dar sobre ella en un bodegón dos tajadas; pues, ¡decir que no tiene letras de oro!

Y que si no se aparta y se divierte Su ingenio en la Gramatica Española, Será de Apolo sin igual la suerte; Pues de su poesia al mundo sola Puede esperar poner el pie en la cumbre, De la inconstante rueda, ó varia bola. Este que de los comicos es lumbre, Que el Licenciado POYO es su apellido, No hay nube que á su sol claro deslumbre.

Un licenciado del ejército me dijo después que habían abierto una taberna, en no qué ciudad del Garona y que Rosa sigue haciendo de las suyas y él bebe tanto vino y cerveza como diez de sus parroquianos. ¿? Pues aquí acaba nuestra querella, dijo Simón envainando la espada.