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Apenas si Pepet salía de su casa: olvidaba los campos, dejaba en libertad a los jornaleros, no quería apartarse ni un momento de su mujer; y las gentes, a través de la puerta entornada o por las ventanas siempre abiertas, sorprendían los abrazos; los veían persiguiéndose entre risotadas y caricias, en plena borrachera de felicidad, insultando con su hartura a todo el mundo.

Primero los cuidados mercenarios del ama, luego la hipocresía del convento, después la inútil compañía de un aya extranjera, más tarde la libertad de los salones, las emociones del teatro, la tentación por el espectáculo del mal.... Y rara vez, interrumpió el cura, el ejemplo de la virtud. Felizmente Josefina es una de esas naturalezas que repugnan instintivamente lo torpe.

Estiende, estiende el ala vigorosa, Cual la vela que en noche procelosa Alza la nave en negra tempestad; Vuela á traer la vívida centella Que en ochocientos diez, fulgente y bella, La antorcha reanimó de libertad.

Recibió ofertas halagadoras para que pusiera su talento de escritor al servicio de intereses comerciales; pero jamás quiso desnaturalizar su pluma que solo debía servir para unir a la familia latinoamericana y para luchar por la libertad.

¿Y Lina? preguntó don Jacobo con su clásica sonrisa. Moreno de Calaveras ensayó una mirada picaresca para ocultar su embarazo, mas su débil fisonomía y su inteligencia turbada por el alcohol, carecían ya de expresión, y exclamó: ¡El diablo me lleve! ¡Qué caramba! Un hombre debe tener un poco de libertad. En fin, ¿qué te parece si hiciéramos una partidita? Voy a perder o doblar este puñado de oro.

La baratura de la vida, en un país activo, civilizado y donde hay abundancia de todo, es una prueba evidente de los beneficios de la libertad y la autonomía, y de las buenas cualidades de los habitantes.

En medio de tus galas, gimes entre cadenas; la libertad lo es todo y estás sin libertad; para aliviar, oh patria, tu padecer, tus penas, gustoso diera toda la sangre de mis venas, durmiera como duermen tantos la eternidad.

Preguntándole el Capitán Sayavedra cómo, estando en aquella prisión, estaba con tan buen ánimo, le respondió: «Señor Capitán, llore quien se ha perdido mal, que yo, si he perdido la libertad, he conservado la honra, habiendo hecho en esta jornada lo que era obligado á Dios y á mi Rey, y como hombre he de pasar las adversidades y trances de fortuna

Lo que ustedes hacen ahora nunca lo agradeceré yo bastante. Pero lo principal ya se ha logrado; la libertad del pensamiento vuelve a brillar en el Casino.... Mi aspiración se ha realizado. Ahora, por lo que a toca, señores, debo declarar que no puedo romper un voto solemne, un juramento... y no iré con ustedes, aunque bien quisiera.

Pero no olvidaremos nuestra situacion especial: no abusaremos de una libertad debida