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Don Juan declara que se ha casado en secreto con Doña Sol, y el Príncipe conoce, averiguado su engaño, que tan largo tiempo le ha dominado, lo insensato y fantástico de su amor, manifestándose, en su consecuencia, dispuesto á ofrecer su mano á la Infanta. Entre todas las comedias de Godínez que han llegado á nuestra noticia, nos parece ésta la mejor.

Allí no estaba mal; además, pensaba en el «cartel» que podía darle un largo encierro, en la admiración con que acogerían su salida los golfos albergados en las cuevas de los alrededores de Madrid.

Ahora que lloraba de veras doña Manuela. Pensaba en el remordimiento horrible que le predecía su hermano, y más aún en aquella miseria que tanto la asustaba. Tan visible era su desesperación, que don Juan calló, compadecido de su hermana. Hubo un largo silencio.

Algunos extrangeros los han llamado becerros, y tambien leones marinos, y los pintan en sus mapas con su melena larga de leon. No es así. Tienen algo de mas pelo en el pescuezo que en lo restante del cuerpo, cuando aun ese del pescuezo no tiene el largo de un dedo.

Entre las demás comedias de este poeta, en las cuales descuella menos esa prenda especial y distintiva, escritas con arreglo al carácter general de las demás obras dramáticas españolas, merecen mención especial El invisible príncipe del Baúl, de mucho ingenio y de mucha gracia verdadera, quizás comparable á Amar por señas, de Tirso de Molina; El vencedor de mismo, del ciclo de tradiciones de Carlomagno; Los desagravios de Cristo, que trata de la destrucción de Jerusalén por Tito; El conde de Saldaña, en dos partes, quizás la mejor obra dramática que trate de la historia de Bernardo del Carpio, y la que se ha sostenido más largo tiempo en el teatro, y, por último, El rayo de Andalucía, cuyo héroe es el famoso bastardo Mudarra.

El rector, que cazaba de largo y veía venir las cosas de lejos, prevínole que sería conveniente vinieran ya los dos confesados al colegio, porque los padres de allí andaban siempre faltos de tiempo y quizá les fuera imposible despacharlos.

La señora Chermidy reconoció a la primera ojeada a la mujer que sólo una vez había visto, y a la que no esperaba encontrar en este mundo. No obstante su serenidad y estar dotada por la Naturaleza de un alma bien templada, retrocedió un paso largo, como el soldado que ve hundirse el puente que él iba a atravesar.

De vez en cuando algún admirador salía al balcón ofreciendo el jarro á su poeta, y éste, después de largo trago, acometía con nueva fuerza sus canturrias. A media tarde, cuando gran parte de la plaza estaba en la sombra, corrió á ella la gente, oyendo el silbido del chistu, que hacía locas escalas, acompañado por el monótono baqueteo del tamboril. Los versolaris se ocultaron.

Don Dionisio Oliveros leyó un largo epitalamio en tercetos, que pudo escribir, según confesó, robando a duras penas algunos momentos a sus abrumadoras tareas poéticas, entre el tercero y el cuarto acto de un drama.

Cerró con esto el testamento, y, tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama. Alborotáronse todos y acudieron a su remedio, y en tres días que vivió después deste donde hizo el testamento, se desmayaba muy a menudo.