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SALMÓN A LA CHAMBORD. Cuando esté cocido el salmón, a medio caldo, se escurre bien y se echa en una fuente de porcelana que resista a la lumbre, cubriéndole con lonchas de ternera y tocino muy delgadas, ruedas de trufas y setas.

Muchas veces estaba de rodillas pidiendo perdón a la comunidad y se reía a carcajadas, o entraba en las clases a besar el suelo y con sus muecas armaba un belén en todas ellas. ¡Las veces que habrá adelantado el reloj para que llegase primero el momento de recreo! No se podía estar tranquila teniéndola a ella en la clase.

En medio de este movimiento, ¿quién hace la guerra? ¿Para conseguir qué? A no ser que haya un Gobierno tan estúpido como el presente que huye de todos estos intereses, y en lugar de dar trabajo a los hombres, los lleva a los ejércitos a hacer la guerra al Uruguay, al Paraguay, al Brasil, a todas partes, en fin.

Sólo un pueblo sobrio y de vida dura como el español podía acometer la empresa de poblar un mundo con el que la gente aún era más sobria y había poco de comer o no había nada absolutamente. El peligro para el conquistador no fue la flecha del indio; fueron la soledad y las inmensas distancias, y sobre todo, fue el hambre.

La generala, al pronunciar estas palabras en voz baja y reprimida, se había ido animando poco a poco; sus mejillas se habían coloreado fuertemente, y por ellas rodaban, al concluir, dos gruesas lágrimas. Miguel se sintió conmovido. Mucho siento haberla ofendido... ¡Perdóneme usted! No; tienes razón para tratarme así repuso llevándose el pañuelo a los ojos.

Otros, más ásperos de alma, empezaban a mirarse con recelo y suspicaz vigilancia, temiendo una mutua traición en el negocio que aún estaba por venir. La riqueza achica los corazones y los endurece.

Este poeta no era ningún genio, en el verdadero sentido de la palabra, como Lope y Calderón, ni tampoco de aquéllos que obligan al arte con su talento á emprender sendas no trilladas; pero poseía gran elasticidad de facultades poéticas para escribir con facilidad, con arreglo al sistema usado en el teatro español.

Leopoldito lleva su tablero de damas, el bilboquet, la cuestión romana, su pistolita de salón y una cartera donde apunta todos los túneles y la hora que es en todas las estaciones.

Y esto diciendo, con dos tejoletes que movía entre el meñique y pulgar de la siniestra, y un tris con tras que sacaba de los palos de las muletas, formaba una como manera de compás, que el can bailador se esforzaba por coger con sus patillas traseras lo más galanamente posible.

Todos han ensalzado unánimes la serena melancolía que el libro revela, la mirada firme y desengañada que el autor dirige sobre las cosas humanas, la amargura sin misantropía con que juzga nuestro estado social, y la verdad poética con que le ennoblece.