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Al cabo de una jornada de navegacion por el rio Sara, se llega á la confluencia del rio Piray.

Resolvió entonces el bravo teniente proseguir la jornada sin más acompañamiento que quince números del escuadrón "M" del Tercer Regimiento de Caballería de la Guardia Rural, y con ellos llegó á Sitges, poco después de haberse retirado de dicho lugar las partidas rebeldes.

Al principio no disponía de más instrumento musical que un violín, y con él se entretenía por las noches; mas andando el tiempo logró traer hasta aquel desierto un piano, y fue feliz. Horas dulces, horas dichosas aquellas en que, después de una jornada laboriosa, regresaba a su casa y se ponía delante del piano para interpretar una sonata de Beethoven o un concierto de Chopin.

Dícenme que del valle de Lecrín bajaste a Granada con intento de acudirme con una banda de jinetes en la jornada a que sin tu ayuda vengo de poner fin. Mas en vez de verte llegar al frente de tus caballeros, te oigo rendido a los pies de una mujer. ¡Fuera ella más hermosa que la que cautivó a Abdalazis, debieras abandonar a tu amigo, a tu hermano, a la gloria, en fin, por tan mezquino objeto!

Más allá de Noblejas y Villarrubia de Santiago, y cuando después de una larga jornada sesteábamos, apartados del camino, junto a la ermita del Santo Niño, se nos agregó un mozo que nos dijo llevaba el mismo camino que nosotros y que desde entonces fué nuestro inseparable compañero.

No sabía ya Benina a qué santo encomendarse: con la limosna de la jornada no tenía ni para empezar, porque érale forzoso pagar algunas deudillas en los establecimientos de la calle de la Ruda, a fin de sostener el crédito y poder trampear unos días más.

Sus orillas guarnecidas primeramente, empezando desde Trinidad, de vistosos mambúes, se van poblando poco á poco de árboles variados, que en cierto modo desaparecen á la quinta jornada cerca de la confluencia del Huacari.

Lo invité a cenar y a pasar la noche con nosotros, puesto que su jornada había concluido también. Al alba nos separaríamos y yo le daría cartas para mi tierra.

No me valieron excusas, por más que ponderé lo largo de la jornada que tenía que hacer antes de la noche, y lo apurado que andaba de tiempo para ella.

Era un antiguo episodio del desastre de los Gelves. Hablaba despacio, con acento semejante al son de un atambor destemplado, y más de una vez sus ojos se humedecieron al recordar las vergüenzas de aquella jornada. Describía el desorden y la fuga de las naves cristianas al presentarse de improviso la armada turquesca.