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Para alcanzar dentro de pocos años una posición brillante y mandar como jefe en este distrito y acaso en la provincia, no tiene más que hablar con prudencia, alternar con las personas sensatas del pueblo, cumplir con los preceptos de la Iglesia y dejarse estar... dejarse estar... Lo demás corre de nuestra cuenta... Los curas valemos poco... es verdad... pero todavía... todavía... todavía... Hoy por hoy, lo que le conviene es apoyar con decisión la candidatura del señor conde de Trevia... Hará usted un gran favor á la buena causa y adquirirá la consideración de todos los hombres sensatos.

Está bien. Puede usted retirarse. Saludó Martín y se fué a la posada. A la puerta se encontró con el extranjero. ¿Dónde se mete usted? le dijo . Le andaba buscando. He ido a ver al general en jefe. ¿De veras? . ¿Y le ha visto usted? Ya lo creo. Y le he dado las cartas que traía para él. ¡Demonio! Eso que es ir de prisa.

Hace dos noches, el dueño del ingenio "Hatillo", decía por teléfono al general Mendieta que más de mil hombres rodeaban su finca, y al llamar el general al capitán jefe del destacamento de ese ingenio y preguntarle lo que hubiera de cierto en lo dicho por el propietario de la finca, aquel militar respondió que era inexacto, toda vez que solo había tenido unos cuantos tiros con una pequeña partida que merodeaba por aquellos lugares.

¡La profecía! dijo el barón tras larga pausa. ¿Recuerdas, Roger lo que nos dijo aquella noche memorable y fatal la esposa de Duguesclín? El asalto del castillo, el jefe de la barba rubia, todo, todo. ¡Es portentoso!

Pues que no lo sea. Arréglate... ¡Ah! Hoy es sábado: los veinticuatro reales del carbonero... En cuanto al maestro de baile, si insiste en subir más cubas, que yo no pago más que lo de costumbre; lo demás es por su cuenta. No me pongas más caldo de gallina, a no ser que el cocinero jefe te mande alguna. Suprimido el cuarto de gallina o el medio pollo.

Rosas ha triunfado de sus enemigos por esta unidad de hierro, que hace de todos sus satélites instrumentos pasivos, ejecutores ciegos de su suprema voluntad. La víspera de la batalla, el teniente coronel Balmaceda pide al general en jefe que se le permita dar la primera carga.

Hasta el conde está borracho; borracho también ese jefe que hablaba con usted, y los demás. Algunos de ellos bailan medio desnudos. Deseaba callarse ciertos detalles, pero su verbosidad femenil saltó por encima de estos propósitos discretos. Algunos oficiales jóvenes se habían disfrazado con sombreros y vestidos de las señoras y danzaban dando gritos é imitando los contoneos femeniles.

Al verse solo, se lanzó á predicar entre sus compatriotas las ventajas de la civilización de los gigantes. Los descontentos del Imperio, que eran muchos, vieron en él un jefe que podía sustituir á la dinastía reinante. Los sabios le escucharon como un maestro divino, y todas las universidades fueron declarándose discípulas suyas.

Ese cachorro de Deusto tal vez sea mi jefe. ¡Cristo! ¡Y para esto me expuse á que me rompieran la cabeza cuando al sitio!... Y Pepe ¿qué dice?... Pepe no tiene voluntad. Habla menos que nunca, y á todo lo que ordena su mujer contesta que con la cabeza.

Dupont fue a instalarse en su despacho y acudió presuroso don Ramón, el encargado de la publicidad, con un lío de papeles que presentó a su jefe, acompañándolo con una sonrisa de cortesano viejo.