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Cuando sonó el pito del jefe y la máquina contestó con un formidable resoplido, D. Nemesio, presa de indescriptible ansiedad, asomó su calva venerable por la ventanilla gritando: ¡Puig! ¡Puig!... Mozo, mire usted si en el retrete hay un caballero catalán... El mozo se encogió de hombros con indiferencia.

eres Sherlock Holmes...» Una manía de borracho que a última hora se apoderó de . Y luego empecé a aporrear la puerta vecina, la del misterio, pugnando por abrirla. Se me había metido en la cabeza que el amigo Holmes llevaba oculta en este camarote a una princesa rusa que viaja de incógnito y va a casarse con un jefe de tribu del Gran Chaco. Fantasías del alcohol, querido Ojeda.

No te digo que estoy muy tranquilo, majo. ¡Toma otra palomita! Y le dió otra bofetada. ¡Por Dios, don Benigno, sosiéguese usted! ¡Allá va otra palomita! Nueva bofetada. No pudiendo calmar con sus ruegos al enfurecido excusador, y sospechando que el bando de palomas iba a ser numeroso, el redactor en jefe del Faro gritó con todas sus fuerzas: ¡Socorro, que me matan!

Aquel sombrío vividor de insaciables apetitos, entregado a una crápula obscura y misteriosa, atravesaba el último torbellino de sus tempestuosos deseos. La virilidad, al sentir la cercanía de la vejez, antes de declararse vencida, ardía en él con más fuerza, y el poderoso jefe se abrasaba en el postrer destello de su animalidad exuberante. Era una puesta de sol que incendiaba su vida.

Conmovido por el dolor de Vérod, interesado vivamente por la difunta, desconfiaba más que nunca de los rusos. Al día siguiente del interrogatorio del joven, recibió, junto con varios paquetes de cartas, secuestradas en Niza y Zurich, las informaciones pedidas al jefe del departamento de policía y a la legación de Rusia en Berna, acerca de ambos nihilistas.

El traje fue objeto de animadas pláticas. Paco opinaba que, para presentarse bajo un aspecto más imponente, convendría vestirse algún uniforme, por ejemplo, el de jefe honorario de administración civil. No era difícil conseguir el nombramiento sacrificando un puñado de oro; pero esto dilataría más de un mes la realización de la empresa.

Un episodio de la historia de la provincia, particular á Aten, hará conocer la índole de sus habitantes . En 1811, en consecuencia de haber sido derrotado por los Españoles el destacamento del ejército patriota, que bajo las órdenes del general Pinelo se encaminaba del Cuzco hácia La-Paz, el doctor Muñecas, secretario de aquel jefe y eclesiástico de mucho mérito, se refugió con algunos otros oficiales y patriotas en el valle de Larecaja, donde logró con su influencia sublevar en tropel á los habitantes contra los Españoles.

La disciplina les hacía acatar las órdenes de Ferragut, pero se adivinaba que para ellos su mando no pasaba de ser una simple delegación, y que el verdadero jefe de á bordo era el conde. La goleta pasó á la vista del archipiélago de Lípari; luego, torciendo el rumbo hacia el Oeste, siguió las costas de Sicilia desde el cabo Gallo al cabo de San Vito.

Un lado de montaña cortado á pico era su fachada exterior. Angostas ventanillas perforadas en la piedra daban luz y aire á estas piezas. Un comandante viejo, encargado del sector, salió á su encuentro, Desnoyers creyó ver á un jefe de sección de un gran almacén de París.

Había sido, durante el verano, objeto de la risa de todos los amigos. ¡Lo que se habían burlado en San Sebastián los de la tertulia del jefe!... Decían a gritos que el libro no era suyo; que se lo había escrito un joven a cambio de unas pesetas, y que este joven se divertía a su costa citando autores fantásticos, copiando párrafos de libros que no existían.