United States or French Polynesia ? Vote for the TOP Country of the Week !


De que amaba á otro. No tenía duda tampoco, puesto que acababa de experimentarlo, de que jamás se atrevería á hacer nada contra su mujer. Pero no se encontraba en las mismas disposiciones de debilidad respecto al amante de su mujer. Esto ya era distinto. Montiño necesitaba vengarse de aquel hombre.

Pasado el primer instante de estupor, lo que primero fue observado por Marianela, causándole gran confusión, fue que la bella Virgen tenía una corbata azul en su garganta, adorno que ella no había visto jamás en las Vírgenes soñadas ni en las pintadas.

No habiendo visto Aviñón en tiempo de los Papas, no se ha visto nada. Jamás existió ciudad alguna tan alegre, viva y animada como ella, en el ardor por los festejos.

Preguntámosle si se encontraba bien; respondió que «como nunca jamás», aunque no hallaba en sus pulmones ingurgitados alientos para decirlo; arrimámonos a la puerta, y allí esperamos, como dos centinelas inmóviles, lo que empezaba ya a llegar y se sentía hacia el estragal por el ruido de las almadreñas o alguna palabra que otra a media voz, y en la escalera y en el pasillo, por el sordo golpeteo de las pisadas con escarpines en los inseguros tablones del tillado, y el resoplar inconsciente de tantas respiraciones contenidas a la fuerza.

Bien se lo decíamos mi señora y yo: «Francisca, que te pierdes, que te vas a ver en la miseria», y ella... tan tranquila. Nunca pudimos conseguir que apuntara sus gastos y sus ingresos. ¿Hacer ella un número? Antes la mataran. Y el que no hace números, está perdido. ¡Con decirle a usted que no supo jamás lo que debía, ni en qué fecha vencían los pagarés!

La situación, en una palabra, se hacía tan insostenible, que yo mismo creía oír un vago y bajo rumor de reproche por mi sacrificio en el fondo de mi egoísmo, cuando una voz de los portadores del palanquín, se hizo oír en el silencio del cansancio, diciendo simplemente: «¡Aquí es ConsueloDudo que la dulce palabra haya jamás llegado a oídos humanos más impregnada de promesas.

M. Scott jamás manifestó la menor inquietud, y tenía perfecta razón para estar tranquilo... Más aún, gozaba con los triunfos de su mujer; era feliz al verla contenta. ¡La amaba tanto!... un poco más que ella a él, quizá. En cuanto a Bettina, formose a su alrededor una carrera fantástica, ¡una ronda infernal! ¡Semejante fortuna! ¡Y semejante belleza!

No... no pueden creer eso... eso no es verdad... yo no he amado á nadie... más que á vuestro padre... y nunca lo ha sabido... no lo sabrá jamás... porque vosotros, á quiénes debe interesar el honor mío, no se lo diréis... ¿no es verdad? No; no, señora.

Jamás olvidé aquella sesuda y graciosa disertación de don Amaranto sobre las casas de huéspedes.

Hasta entonces jamás había abordado esta cuestión, porque sabía que su parecer iba a discrepar algo del de una gran parte del vecindario. Mas había llegado, a su entender, la hora de «emitirlo sin ambages ni rodeos». El comunicado que leyó era el primero que acerca de este asunto dirigía al Progreso de Lancia. Comenzaba así: «Señor Director de El Progeso de Lancia.