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Hacíase esto por la salud del reino, y porque Dios le libertase de la terrible peste que á la sazon se padecia en Italia, y que el ignorante vulgo creía originada de los llamados polvos de Milán con que personas malignas inficionáran las aguas.

De allí a poco viole la marquesa agitarse mucho, gemir profundamente, revolver los ojos azorados; acercóse a él... Habíasele olvidado un pecado muy gordo, muy gordo..., y antes que tuviera tiempo la dama de llamar al padre, decíale ya él con gran trabajo: Yo..., por divertirme..., por fastidiarle..., escribía todos los días una carta a Frasquito... diciéndole: ¡Mentecato!... ¡Cuatro meses le escribí!... Cuando Jacobo volvió de Italia, dejé de hacerlo... Me lo pidió él: decía que le interesaba... le pedirás perdón a Frasquito... ¡Me pesa! ¡Me pesa!...

Teniendo por vecina á Francia, en frente á Italia y á su disposicion todo el Mediterráneo, sus costas han estado abiertas á todas las invasiones. Primero les dieron una forma los Fenicios, despues los Cartagineses. Mas tarde los Romanos les imprimieron su sello, dominando en Cataluña mas que en ninguna otra comarca de la Iberia.

Todavía en Grecia, en Sicilia y en Italia, están erguidos y casi completos monumentos del arte helénico, anteriores de seis ó siete siglos á la Era cristiana; en Egipto, en la India y en la Persia y en otras tierras del centro de Asia, subsisten pasmosas obras que dan testimonio del poder arquitectónico de pueblos que fueron grandes hace miles de años, mientras que de los árabes, sobre todo en España y de la mejor época, apenas queda nada.

Ejemplo de ello presenta la historia de Italia. El esplendor de aquel país fascinó á los bárbaros del Norte y del Noroeste. Muchas veces, franceses y alemanes, atraídos por la riqueza del territorio, por los tesoros de las ciudades, por el sabor de los frutos, por todas sus bellezas naturales, se precipitaron en armadas muchedumbres sobre las llanuras que rodea el grandioso hemiciclo de los Alpes.

A juzgar por las muchas y hermosas obras de arte que trajo para el Rey, esta fue la causa de su segundo viaje a Italia: y no como han indicado algunos que se decidiese por entonces fundar en Madrid la academia proyectada en el reinado anterior.

»Pálido, delgado, la tez morena, la frente arrugada, Teobaldo, que apenas contaba veinte años, parecía rayar ya en los cuarenta; pero en cambio era de los hombres más instruidos de Italia en historia y en teología, y conocía a la perfección muchas lenguas.

He visto al anciano Giotto, discípulo á su vez del gran Cimabue, con anterioridad al cual sostengo que no existía el arte en Italia y hubo que importar artistas griegos para decorar la capilla de los Gondi de Florencia. ¡Ah, señores, esos son los grandes hombres, los bienhechores de la humanidad, cuyos nombres vivirán eternamente! ¡Qué contraste con vuestros soldados, que aspiran á la gloria asolando comarcas enteras, recorriendo la tierra á sangre y fuego!

Bien mereciera este soldado estudio especial de sus compatriotas más extenso, aunque no fuera tan entusiasta como el que le dedicó el extranjero Brantome, contemporáneo y admirador de sus condiciones, ó el del P. Haedo en la mención que hizo en su Historia de Argel, reseñando las campañas de Italia y Francia en que tomó señalada parte, reinando el Emperador; la batalla de Muhlberg, en que fué principal instrumento de victoria; el socorro de Malta, donde pagó á los turcos la deuda que con ellos tenía, y el gobierno de la plaza de Orán, fin de su carrera.

Es indudable, por lo demás, que, sean cuales fueren las diversas causas, que contribuyeron á que por muchos siglos no pudiera florecer en Alemania un teatro verdaderamente nacional, debe contarse en primera línea esta influencia de la antigüedad, semejante á la que se hizo sentir en Italia y Francia.