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Juan y Fr. Pedro de Pisa, con el fin de calmar los ánimos, pues a consecuencia de la trágica muerte de los Amantes, del dolor y lástima pasaron las circunstancias a la ira, volviendo a recrudecerse los bandos y parcialidades que dividían la población principalmente entre los Muñozes, Garceses y Seguras, quienes hubieran acudido a las armas a no mediar con su palabra aquellos venerables religiosos.

El obispo sería hospedado en casa de los señores de Roldan los tres o cuatro días que estuviese en Villalegre. Doña Inés, por tanto, pensando en los preparativos y en todos los medios que había de emplear para hacer con lucimiento recepción tan honrosa, perseveró en refrenar su ira contra Juana la Larga, a quien imaginaba seductora de su padre.

16 [Ayin] La ira del SE

El pobre, pobre es pronunció melancólicamente... . te quedarás pobre, y el señorito se irá riendo... Y a esta idea, sintiendo renacer su furor chilló : Sácateme de delante, indina, que te mato: si te dieron palabras, que te las cumplan. Amparo se agachó, y salió temblando.

Hubiérase abalanzado a la miserable para clavarle en aquella cara diablesca las diez uñas de sus extremidades superiores. Pero esto que algunas veces se piensa y se desea, rara vez se hace. Levantose... Sólo pudo articular un sonido gutural, débil expresión de su ira, atenazada por la dignidad. «Está jugando conmigo como un gato con una bola de papel... pensó . Me voy; si no, la ahogo...».

7 Como valientes correrán, como hombres de guerra subirán la muralla; y cada cual irá en sus caminos, y no torcerán sus sendas. 8 Ninguno apretará a su compañero, cada uno irá por su carrera; y aun cayendo sobre la espada no se herirán. 9 Irán por la ciudad, correrán por el muro, subirán por las casas, entrarán por las ventanas a manera de ladrones.

Metiéndome por el agua, llegué hasta el ángulo del muelle y dije a los pescadores lo que pasaba, lo que me había dicho el atalayero. Se soltó el bote de salvavidas. Larragoyen y otros marineros fueron entrando, a pesar de los gritos de sus mujeres. A me miraban, como diciendo: ¿Qué irá a hacer éste? Salté al bote, y Larragoyen, con una galantería marina, me dijo que dirigiera yo.

A Joaquinita siempre le había sido muy antipático, sin saber por qué. ¿Adonde irá este títere? preguntó por lo bajo, después de corresponder fríamente a su saludo. Montesinos alzó los hombros con indiferencia. ¡Qué pelea le tienes a este chico! Yo le encuentro fino y agradable. ¡Qué horror! exclamó ella riendo. En Pau volvieron a verle en la estación, y ya no le vieron más.

Lázaro sintió impulsos de agarrar por el moño á uno y otro basilisco, y dar allí un ejemplo del vejamen que podía sufrir la aristocracia histórica en la ilustre familia de los Porreños, pero su indignación se calmó al observar que su tío, lejos de escuchar con ira aquellas acusaciones, se sonrió, y pasándole la mano por el hombro casi cariñosamente, si es permitido usar esta palabra, dijo: No se incomoden ustedes por tan poca cosa.

No me matar por no hacer bien las cosas que él no había de ver; y ponerme a reñir, donde lo oyese, con la gente de servicio, porque pareciese tener gran cuidado de lo que a él tocaba. Si riñese con algún su criado, dar unos puntillos agudos para le encender la ira y que pareciesen, en favor de el culpado.