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Los trabajadores de las viñas cobraban de treinta a cuarenta reales de jornal, y se permitían la fantasía de ir al tajo en calesín y con zapatos de charol. Nada de periódicos, ni de soflamas, ni de mítines.

Sin que Ana sospechase nada, porque Mesía había cumplido su palabra, dada a Frígilis, de despedirse por escrito para un viaje electoral, urgentísimo y breve; sin que Ana sospechase por lo menos que se trataba de la vida o la muerte de su esposo y de su amante, salió de casa don Víctor por la puerta del parque acompañado de Frígilis, a la hora en que solían ir de caza.

Sola no quiso ocultar a Cordero todo lo que sentía y pensaba. Estoy tan aturdida desde ayer tarde le dijo , que no lo que me pasa. He pasado toda la noche imaginando catástrofes o soñando tropiezos y caídas. No me puedo convencer de que Dios me lleve ahora por ese camino tan distinto del que antes seguía, sin que sea para ir derecha a una desventura muy grande. Yo nací con mala estrella.

Sus hijas, de allí en adelante, trabajarían tanto como su nieta. En aquel instante, mirando Carlota hacia la puerta, creyó ver cruzar por el pasillo unas barbas y unas gafas muy semejantes a las de Moreno. Su duda se desvaneció al instante oyendo a D.ª Fredesvinda llamar en voz alta: ¡Adolfo!... ¡Adolfo! No puedo ir ahora contestó éste desde el corredor sin dar la cara.

Empieza en Curuguatí, sigue por dicho Terecañí, y á dar al paso del rio Igatimí, desde donde sin tropiezo pueden VV. SS. ir al norte por campos, hasta encontrar el Yaguarí: y si quieren itinerario, creo que lo hallarán en este archivo.

Era la capilla de Santa Ana. Además de la célebre peregrinación de Santa Ana de Auray, hay así numerosos santuarios sembrados a todos los vientos en aquella tierra de fe cándida, reputaciones de campanario muy reducidas hoy gracias a los billetes de ida y vuelta que permiten a cualquier peregrino ir a contemplar al mismo tiempo el Sagrado Corazón y la torre Eiffel, como lo hace constar melancólicamente el delicioso autor de «Colás, Colasse et Colette».

Era preciso ir allá y ver lo que pasaba en la casa. ¿Pero cómo, si era imposible visitar á su tío? ¿Iba ó no iba? La necesidad le apremiaba. Estaba solo, agobiado de extenuación, hambriento y desnudo. Doce cuartos era toda su fortuna; porque en el camino había perdido un doblón, y los gastos de viaje consumieron el otro. Entre tanto se acercaba la noche y no tenía dónde dormir.

Pocos días después, al cruzar Josefina por el cuarto de la plancha para ir al comedor, oyó a Concha decir dirigiéndose a María: Di, chica, ¿has planchado ya la ropa de la hospiciana? Se detuvo, sin saber a quién se refería, y paseó su mirada recelosa de una a otra doméstica, hasta que una carcajada, que ambas soltaron a la vez, le hizo comprender que se trataba de ella.

¡Qué situación, qué compromiso! decía la muchacha . ¿Pero dónde está el pobre don Paco? Ahora tendré que ir a casa sola o con usted.

Pidió guias el capitan á los Payaguás, para ir á aquella provincia, y se ofrecieron prontos; y al punto dispuso su capitan 300 indios que fuesen con nosotros, y nos llevasen comida y otras cosas.