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Tenía, sin embargo, notable aptitud y tino para conocer y admirar la belleza femenina, y hacía ya meses que, casi sin reparar en ello y muy involuntariamente, cuando estaba de tertulia con el escribano y el boticario y con otros señores en los poyos que había junto a la fuente, sus ojos se fijaban con amorosa delectación en Juanita la Larga, que aún solía venir a llenar su cántaro y a estar allí de charla con las otras muchachas mientras que le llegase su turno.

Los ojos se perdían en tantas ruedas, sesgos y revueltas; involuntariamente todos seguían el cadencioso moverse del que danzaba, y todos, inmóviles en sus asientos, todavía se engañaban fantásticamente, creyendo cada uno ser el bailador, que no el que real y ciertamente llevaba la danza.

Cruzáronse entonces las miradas de ambos; ella permaneció impasible, serena, y con voz que denotaba perfecta tranquilidad de ánimo, dijo a la niñera: Haga usted seña a Manolo para que arrime. Entre mirarla y oírla no le quedó duda a don Juan; y fue tal la impresión que le produjo ver confirmada su sospecha, que, parándose involuntariamente, murmuró: «¡Cristeta

Iba marcando el compás, mentalmente la tarareaba cuando dejé de oírla; me quedó en el alma como un movimiento que se continúa, y vino a ser una especie de ritmo y una melodía sobre la cual involuntariamente adapté una letra.

Carmen, lanzada involuntariamente al terreno de las confidencias, añadió todavía: De Andrés tengo miedo..., y también de Julio.... Salvador estaba consternado; se había puesto de pie con impaciencia, y ella insistió, siempre alarmada: ¿Y qué le diré a doña Rebeca ... de «eso»?... ¿De qué, hija mía? De la boda.... Y todavía la niña se rió, un poco burlona.

Y si soy un miserable, ¿por qué me amas? ¡Don Juan! exclamó Dorotea con la voz trémula, ardiente, opaca, y la mirada ansiosa, fija, concentrada en los ojos del joven ; ¡don Juan! ¡mira no mientas involuntariamente! No, no; te amo dijo don Juan estrechándola contra su seno. Dorotea pugnó por desasirse. Sólo á ti amo murmuró el joven en su oído. Dorotea rompió á llorar.

Impulsado por la curiosidad, hizo Robledo involuntariamente un leve gesto de aceptación y ella reanudó su marcha. Pero sólo dió algunos pasos, deteniéndose ante la cancela de un bar de aspecto sórdido, con tupidos visillos en los cristales. Guiñó un ojo, y abriendo la mampara desapareció en el interior del sucio establecimiento. Quedó indeciso el español.

Cuántas joyas ¿eh? murmuraba con entusiasmo Goicochea. Esto sólo se ve en este país. Aquí hay religión y riqueza. El doctor pensaba involuntariamente en el sucio y doliente rebaño de las minas, calculando en cuánto habría contribuido su miseria á aquellos regalos inútiles, colocados por la fe y la ostentación de unos pocos, sobre un madero tallado.

Ahora todavía, después de tantos años, suspiro a veces por la donairosa niña, objeto de mi primer amor. Matilde ha sido, viva y muerta, temida rival para cuantas me amado. Su nombre se me ha escapado de los labios, involuntariamente, cuando iba yo a decir el de otra mujer, y acaso sea el último que salga de mi boca a la hora de morir.

En el momento en que colocaba cómodamente delante de el paquetito de cartas, junto a , en el dormitorio de Marta, el ruido sordo de una caída, y luego un murmullo indistinto que me pareció el de una oración mezclada con sollozos. «¡He ahí cómo celebra la noche de Navidadpensé juntando involuntariamente las manos.