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Gillespie inventó una historia para hacer creer al profesor que por un azar había conocido á Ra-Ra, contra la voluntad de éste, llegando al fin á ver su rostro. ¡Imprudente! murmuró Flimnap, refiriéndose á su protegido . Hay que ver cómo lo buscan por toda la capital.

Salvado así, hizo la experiencia de dar de beber a otros enfermos del mismo mal cántaros de agua, en los que depositaba raíces de cascarilla. Con su descubrimiento vino a Lima y lo comunicó a un jesuíta, el que, realizando la feliz curación de la virreina, prestó a la humanidad mayor servicio que el fraile que inventó la pólvora.

Así es dijo Maltrana . Pero el que produce en la vida lo preciso y vulgar no alcanza nunca la fama del que fabrica lo superfino y agradable. Nadie sabe quién inventó el pan y quién tejió la primera tela. Ningún pueblo les ha levantado estatuas.

Como no tenía un céntimo ni de dónde le viniera, encaminose a San Sebastián, pensando por el camino en D. Romualdo y su familia, pues de tanto hablar de aquellos señores, y de tanto comentarlos y describirlos, había llegado a creer en su existencia. «¡Vaya que soy gilí! se decía . Invento yo al tal D. Romualdo, y ahora se me antoja que es persona efetiva y que puede socorrerme.

El gran orador fué breve y luminoso en su arenga, repleta de consejos para los gobernantes. Ya que un nuevo invento masculino hacía inútiles por el momento los salvadores rayos negros, las mujeres sabrían valerse igualmente del antiguo material de guerra de los hombres olvidado en las universidades.

Añádese, que entre los Escritores crédulos suele suceder, que unos afirman lo que leyeron en otros sin haberlo exâminado, estos lo que vieron en aquellos, y así acontece, que uno solo inventó una cosa, y son diez mil los que la apoyan, sin otro fundamento que verla escrita los unos en los otros.

Si no se calla le rompo la cara.... Lo mismo me da á el grandísimo todo que la grandísima nada y el muy piojoso que la inventó. Déjeme, suélteme, por la condenada alma de su madre, ó....» Entró Rufina otra vez, traída por dos amigas suyas, para apartarla del tristísimo espectáculo de la alcoba. La pobre joven no podía sostenerse.