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Al parecer, don Jorge escuchaba con apacible fruición; pero se interesó especialmente por la suerte de As-quiles, como el Inocente persistía en denominar a Aquiles, el de los pies ligeros. De este modo, con poca comida, mucho Homero y el acordeón, transcurrió una semana que con paciencia soportaron los fugitivos.

Aparte de lo que me interesó el estado físico y moral de mi tío, no estaba yo tan enamorado de mi sistema de vida, que me espantaran los riesgos de trastornarle radicalmente por algún tiempo.

Pero al encargarse Gil de la parroquia tomó este asunto con calor; convocó a los vecinos más ricos de la villa y abrió una suscrición, que dio buen resultado; logró que el ayuntamiento otorgase una crecida subvención; fue a Lancia e interesó al prelado y a varios próceres, que le prometieron su concurso. En fin, después de muchas vueltas y sudores, la nueva iglesia era un hecho.

Al día siguiente los periódicos lanzaron en sus ediciones de la tarde la noticia de un suceso que interesó mucho al público. Golbasto, el gran poeta nacional, había sido encontrado por unos pescadores, poco antes de la salida del sol, tendido en la playa sobre la línea divisoria del agua y la arena.

Lo pregunto por saberlo dijo con mucha calma el militar. Ahora repito que no sospechas de qué acciones soy yo capaz. ¿Creerás que es posible, si me pruebas que le quieres tanto, que yo le comprenda en esta protección generosa que te consagro, y me interese por los dos tanto como ahora me intereso por ti? Pero falta una condición para esto.

Dicen que el duque de Lerma, de quien tan justa y honrosamente habláis, os ha tenido preso. Me tuvo, y cabalmente porque no me tiene, me intereso por su excelencia. Me ha vencido su generosidad... y no ... no cómo agradecérselo. Eso mismo lo he dicho á su hija, á la señora condesa de Lemos. Es verdad dijo doña Catalina ya más repuesta.

¿Conque comprenden decía con voz ronca, consultando un pasaje de la carta , cuánto me intereso por su majestad la reina? ¿Conque es decir, que en vano he pasado días y noches de afán y de delirio, luchando conmigo mismo? ¿veinticuatro años de esfuerzos inútiles, puesto que esa mujer comprende?... , ; lo dice con seguridad, lo afirma: con esas palabras se dirige á mi conciencia. ¿Lo habrá notado también la reina?

no sabes lo que significa para esta lucha continua... A veces lo veo cuando ronda mi casa; lo contemplo oculta detrás de los visillos de una ventana, y me dan ganas de llorar. ¡Parece tan triste!... Me acuerdo de mi hijo, que también vivió solo, más abandonado aún que él, que tal vez se interesó por alguna mujer, ansiando muchas cosas sin llegar á poseerlas, y siento deseos de llamarle, de gritar: «Ya que eso es tu ilusión, niño mío, el último anhelo de tu vida, ¡toma!... ¡toma, y felizPero pienso en su salud, pienso en otras muchas cosas, y contengo mis impulsos, y lloro, dejándole que vague en torno de mi casa creyéndose olvidado, cuando le recuerdo á todas horas. ¡Ay! ¡Que Dios me fuerzas! ¡Que no pierda la calma, y pueda resistir á mi bondad absurda!... Algunas veces lo dudo.

Había en sus afirmaciones exaltación inquebrantable, fe inmensa, contagiosa; ¡demonio de muchacho!... Y Sevestre, bonachón, se dejó convencer, y Enrique Thomas «debutó». Su viril hermosura interesó á las mujeres; sus ojos, ardientes, emocionaron; su voz, metálica, admirablemente templada, como la de Talma, para orquestar la furiosa sinfonía de las pasiones, hizo vibrar las almas.