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¡Maldita sea la alianza! ¡Y esto lo dice una dama española exclamó Villavicencio con entusiasmo el día en que nos llega la noticia de una gloriosa batalla, de esa gran victoria, señores, ganada por españoles, ingleses y portugueses en los campos de Albuera! ¡Otra batalla! exclamó la marquesa con hastío . Siempre batallas, y la guerra no se acaba nunca.

Estos triunfos atenuaron en Francia la pérdida de Trafalgar; el mismo Napoleón mandó a los periódicos que no se hablara del asunto, y cuando se le dio cuenta de la victoria de sus implacables enemigos los ingleses, se contentó con encogerse de hombros diciendo: «Yo no puedo estar en todas partes».

Pero en la ciudad y en toda la comarca fué objeto del mayor interés y de incesantes comentarios la noticia de que cinco caballeros ingleses entre los más esforzados habían dirigido un cartel de reto á otros tantos nobles de la cristiandad, quienesquiera que fuesen.

Pues ya que tan duras entrañas tenéis, os deseo que cuando la plaga empiece á matar ingleses se os lleve á vos el primero.... ¡Pesia ! Lo que á vos os duele, seor dentista, es que muriéndose medio mundo os quedaríais poco menos que sin trabajo, vos que sólo entendéis de despoblar quijadas y apenas ganáis hoy para pan y queso.

Desgraciadamente no volverá a España, pues como dice con razón un escritor francés, «todo objeto de arte importado a aquellas islas, no sale nunca de allí; esta condenado a reclusión perpetua; no vuelve a la circulación y hasta se llega a ignorar que existeEn la gran Exposición de tesoros artísticos del Reino Unido celebrada en Manchester, los pudibundos ingleses, colocaron el cuadro a tal altura, que casi no era posible examinarlo.

Veo todavía aquel teatro célebre de cuentos y juegos inolvidables; los seis antiguos grabados ingleses de sus paredes, colgados con poco esmero; seis escenas de los romances de Waverley, amarillentos y mareados entre sus maltratados marcos, casi siempre torcidos, pendientes de sus clavos desiguales.

Los ingleses tenían gran empeño en ello, porque querían llevar por trofeo a Gibraltar el más grande navío hasta entonces construido. Por esta razón trabajaban con tanto ahínco en las bombas noche y día, permitiéndonos descansar algún rato.

Lo más importante era encontrar una buena casa y amueblarla con muebles ingleses, «serios», «distinguidos», y mostradores de caoba brillante. Además, eran necesarios un enorme rótulo dorado, juegos de banderas para las fiestas patrióticas, y gran iluminación nocturna en la fachada. Capital para empezar: dos o tres millones de pesos.

Le agradaba también comer en compañía de los oficiales ingleses y curiosear después un rato por las calles comerciales. Admiraba a los soldados vestidos completamente de blanco, con sombrero de paja, guantes amarillos y zapatos cuidadosamente lustrados, a la hora en que aquellos bravos, acompañados de sus pequeños, iban a comprar sus provisiones.

Si el Rey de las Españas me hiciera caso, mandaría a paseo a los ingleses y les diría: «Mis vasallos queridos no están aquí para que ustedes se diviertan con ellos. Métanse ustedes en faena unos con otros si quieren juego». ¿Qué creen?