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Porque la infeliz D.ª Carmen, a más de no hallarse muy al tanto de los usos sociales, era tan débil con los caprichos y fantasías de su hijastra, que los tomaba sin inconveniente por actos razonables, por expresión de su gusto indiscutible y su elegancia. Algún disgusto le proporcionó tal vanidad.

El Creador saludó á Adán con una sonrisa de lástima prosiguió el viejo . «¿Cómo estás, infeliz?», le preguntó. «¿Tu mujer no te ha metido en nuevos líos?...» Después acarició á Eva, tomándole la barbilla. «¡Hola, buena pieza! ¿Aún continúas haciendo locurasConmovidos por tanta simplicidad, los esposos ofrecieron al Señor el único mueble que poseían, semejante á un trono.

Pero D. Peregrín, por ventura notando la imposibilidad de dar un paso, o sofocado por la cólera, que se le había ido aumentando poco a poco, respondió con una mueca de ira y desdén que sobrecogió a su infeliz hermano y le quitó por completo las ganas de insistir. ¿Qué es eso? preguntó D. Martín de las Casas, que estaba sentado a su lado. ¿No quiere venir D. Peregrín?

¡Pobre Pascualet!... ¡Infeliz Obispillo! Con su guirnalda extravagante y su cara pintada estaba hecho un mamarracho. Más ternura dolorosa inspiraba su cabecita pálida, con el verdor de la muerte, caída en la almohada de su madre, sin más adornos que sus cabellos rubios.

Vestíme sobre todo lo más despacio que me fue posible, como se reconcilia al pie del suplicio el infeliz reo, que quisiera tener cien pecados más cometidos que contar para ganar tiempo: era citado á las dos, y entré en la sala á las dos y media.

Para evitar el medio engaño en que le tenía, hubiera sido menester hacerle infeliz con revelaciones feroces y con el más amargo de los desengaños.

Ella misma me dijo un día que, en nuestra época, la hembra que piensa un poco se considera infeliz y odia todo lo que la rodea si no posee un collar de perlas, que es como el uniforme de la mujer moderna... Hay un ser más temible, querido Ricardo, que la mujer que busca á todo trance el collar de perlas: es la que lo tuvo, lo perdió, y quiere volver á conquistarlo sea como sea.

Y mi madre exclamó entonces doña Luz , ¿no pudo nunca volver a verme desde que volvió de Lima su marido? Pudo volver a ver a V. de lejos, pero nunca abrazarla ni besarla ni hablarla. Su pensamiento, sin embargo, estaba siempre con V. ¡Infeliz madre mía! La Condesa sabía de V. por mi Joaquina.

Si desde el principio hubieras hablado conmigo... añadió el Delfín muy cariñoso . Pero aquí tienes el resultado de tus tapujos... ¡Ah, las mujeres!, todas ellas tienen una novela en la cabeza, y cuando lo que imaginan no aparece en la vida, que es lo más común, sacan su composicioncita. Estaba la infeliz tan turbada que no sabía qué decir: «Ese José Izquierdo...». Es un tunante.

piensas, como noble princesa que eres, en que este criado tuyo no es indigno de ser tu marido, y yo no pienso que haya logrado merecerte. Y en lo que ni yo ni pensamos es en que el rey tu padre y este gigante infeliz tienen tan pobres... Cállate dijo la princesa; aquí está mi mano de esposa, marqués Meñique. ¿Qué es eso que piensas de , que lo quiero saber? preguntó el rey.