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Mis manos han tropezado con un hacha, clavada aún en la madera. Y ¿quién puede haber sido ese criminal? El salvaje, señor. ¡Ah, miserable! gritó Van-Stael . ; ahora comprendo: aquel infame, después de haber roto las cadenas de las anclas, abrió esta vía para impedirnos huir. ¿Y es muy ancha? Las olas deben haberla agrandado, porque tiene como pie y medio. ¡Estamos, pues, perdidos!

Entonces tomaba parte en los sordos manejos de aquella corte infame. Pero vino el año 20, y nuestro personaje entró en el período de rabia crónica, de desorden moral y frenética tenacidad en que le hemos conocido. Ya sabemos poco más ó menos cómo vivía: su actividad había redoblado, y conspiraba con una constancia de que no se ha visto ejemplo.

Vamos a buscar a don Braulio por todas partes dijo ; Dios querrá que demos con él. Doña Beatriz le quiere: es incapaz de faltarle. Yo le convenceré de la inocencia de doña Beatriz. ¿Quién será el autor del infame anónimo? Alguna malvada mujer. ¡Dios mío! ¡Qué horror! No me lo perdonaré nunca si ocurre alguna desgracia.

Silencio, infame. He callado hasta hoy, porque lo tomé como una locura fugitiva. Pero ha llegado a tal extremo su atrevimiento, que he decidido escarmentar a usted para siempre, para siempre. Sacó del seno un montón de papeles y los despidió, con ademán repulsivo, sobre el mostrador. Le arrojo esos anónimos impertinentes e indecorosos. Yo pertenezco a un hombre, sólo a un hombre.

Una emoción violenta corrió por la sala. Hubo un rumor prolongado. Todas las miradas, fijas hasta entonces en la querellante, se dirigieron hacia el acusado. El P. Gil había escuchado aquella infame declaración, primero con sorpresa, después con una triste compasión, que los circunstantes, impresionados por las palabras de la joven, no supieron leer en sus ojos.

Que un diputado por Cataluña dice que dijo que ya no había Dios, y que la Virgen era esto y lo otro.... Dios me perdone, Jesús mil veces. ¿Y no lo mataron allí mismo? ¡Pícaro, infame! ¡Mal hablado, lengua de escorpión! ¡No habrá Dios para él, no; que él no lo tendrá! No, pues otro aún dijo otros horrores de barbaridá, que ya no me acuerdan.

Singuet elevó los ojos al cielo, pensando que su amo se había vuelto loco; pero M. L'Ambert, aparte de aquel maldito acento, gozaba de la plenitud de todas sus facultades. Interrogó por separado a toda su servidumbre, y se persuadió de su desgracia. ¡Ah, infame aguador! exclamaba, ¡ah, criminal! Echtoy cheguro de que habrá hecho alguna majadería.

Á estas palabras, primer rayo de luz en la oscuridad que le envolvía hacia dos años, Jacobo se estremeció y toda su inteligencia se puso en tensión para penetrar el misterio. ¡Ah! Empiezas al fin á confesar, infame... ¡Querías vengarte! , contestó Lea con energía. Lo quise porque me obligaste. Y la mayor parte de lo ocurrido lo hizo la casualidad.

En cuanto dio algunos pasos sintió un golpe en la espalda y oyó una voz ronca que decía al mismo tiempo: ¡Muere, infame! Se heló en sus venas la sangre y dio un salto hacia atrás. Entre las sombras espesas pudo distinguir un bulto más negro aún.

Recuerdo lo que dice: aquel confesor le tenía gran afición, pero estaba perdido por culpa de unos amores sacrílegos; habíale hechizado una mujer con malas artes, con un idolillo puesto al cuello, y no cesó el mal hasta que la Santa, por la gran afición que su confesor le tenía, logró que él le entregase el hechizo, aquel ídolo que era prenda del amor infame; y usted sabe que ella lo arrojó al río y el clérigo dejó su pecado y murió después libre de tan gran delito.