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Mientras el secretario se prevenía, el abogado no se dormía en las pajas. La aceptación del señorito, al pronto, le había vuelto loco de contento. No tenía don Pedro ideas políticas, aun cuando se inclinaba al absolutismo, creyendo inocentemente que con él vendría el restablecimiento de cosas que lisonjeaban su orgullo de raza, como por ejemplo, los vínculos y mayorazgos; fuera de esto, inclinábase al escepticismo indiferente de los labriegos, y era incapaz de soñar, como el caballeresco hidalgo de Limioso, en la quijotada de entrar por la frontera del Miño a la cabeza de doscientos hombres. Mas a falta de pasión política, le impulsó a aceptar la diputación su vanidad.

¿Y qué más? interrogó Mariana con una sonrisa indiferente y burlona que no dejó de desconcertar a su marido. ¿Y qué más?... pues es muy sencillo... he querido deciros que podéis contar con mis más sinceros sentimientos... pero que no debéis de esperar esas ternezas... es decir, las costumbres de uso en un matrimonio de aldea.

Sea lo que fuera, sus pensamientos se fueron volviendo tan absorbentes que dejó de tejer y su cabeza se inclinó suavemente sobre su pecho como si sus ojos se hubieran cerrado para mirar más profundamente dentro de misma. Mientras estaba sumida en sus meditaciones, un hombre atravesó el agujero de la cerca y penetró en el sendero. Se detuvo y lanzó una mirada casi indiferente al jardín.

Al fin, una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia.

El cuerpo sin embargo, no está indiferente para el movimiento ó el reposo; allí se está quieto, pero va ejerciendo continuamente su actividad; así lo muestra su presion sobre el bufete que le sustenta.

Tuve la satisfacción de escuchar que, en su concepto, era lo bastante para que pudiese imaginar, sin pecar de presumido, que no le era indiferente a su prima. De la entrevista con el clérigo no le hablé palabra, porque la verdad del caso la hubiera hecho reír a mi costa, y una mentira ninguna utilidad me traía. Por supuesto, por hacer como todos los demás, también me brindó protección.

Si Teobaldo, si nuestro amigo nos abandona, ¿no habrá ningún otro eclesiástico, algún indiferente que a precio de oro se preste a unirnos en secreto? »Carlos hizo un gesto de sorpresa.

Una tarde, al pasar Manuel Antonio por delante de la tétrica morada del conde, vio salir a la doncella con una caja de cartón en las manos. El marica sintió en la nariz olor de caza, tomó vientos un instante, y la siguió. Adiós, Laura dijo pasando delante de ella. Y volviéndose de repente le preguntó en tono indiferente: ¿Cómo sigue tu amo? El señor conde no está malo. ¡Ah!

Por un amigo de la casa hemos sabido que antes que el peinado de canastillo impresionara tan enérgicamente al joven Duque, había indicios para creer que á Salomé no le era del todo indiferente un teniente de húsares del Rey, que medía la calle del Sacramento lo menos cien veces al día.

El individuo experimenta que otra fuerza mayor le reasume, una fuerza extraña, indiferente, que no le hace amar, que no le educa el corazon, que no lo civiliza para la gran moral de este mundo: no lo absorbe el cariño, sino el número, este número no es la vida; porque el individuo se siente con vida tambien, y esta emocion confusa le comunica una tristeza que no se puede definir.