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Prométela plata y oro, Joyas y cuanto quisieres; Di que la daré un tesoro; Que a dádivas las mujeres Suelen guardar más decoro; Di que la regalaré, Y dile que la daré Un vestido tan galán, Que gaste el oro a Milán Desde su cabello al pie; Que si remedia mi mal La daré hacienda y ganado, Y que si fuera mi igual Que ya me hubiera casado. FELIC. ¿Posible es que diga tal?

Los tranvías viejos habían servido para su construcción, igual que en el barrio de las Carolinas. Los bancos de movibles respaldos procedían de una jardinera; los tabiques eran de persianas de ventanilla.

En cuanto a , no deseo ningún cambio prosiguió Eppie . Me gustaría seguir mucho tiempo, pero mucho tiempo, igual como estamos. Pero Aarón no piensa como yo, y me hizo llorar un poco. ¡Oh, un poquito no más! porque me dijo que yo no lo quería, porque de otro modo desearía la unión como la desea él.

Aguardaba la noche y después de cenar y rezar el rosario y meter en la cama á los pequeños, se desplegaba solemnemente el documento y se leía en alta voz con igual calma y aparato que si fuese un rescripto imperial. Tratándose de las de Demetria, la tía Felicia protestaba, aunque tímidamente, del aplazamiento, pero no le valía de nada.

Todos los de Europa la poseían por igual, y hasta los reyes gozaban el placer del rascuñón y el entretenimiento de la cacería a tientas.

Este ejemplo excitó á las autoridades de Madrid á levantar nuevos edificios de igual clase en los sitios, en donde existían los dos corrales de la Cruz y del Príncipe.

Cristián se estremeció pensando que si Jacobo volvía á caer en manos de sus guardianes le estaba reservada igual suerte, é instintivamente palpó en su bolsillo el revólver que había puesto en él antes de salir.

Pues nada menos que igual en todo a los contrabandistas que, procedentes del campo de Gibraltar, se veían en el barrio de la Viña con harta frecuencia; me lo figuraba caballero en un potro jerezano, con su manta, polainas, sombrero de fieltro y el correspondiente trabuco.

El joven, después de escuchar el relato de las desgracias de Torrebianca, tales como Robledo creyó prudente darlas á conocer, se limitó á decir: Ya que el amigo de usted viene á trabajar con nosotros, exijo que su parte se saque por igual de lo que nos corresponde á usted y á . Me parece una persona excelente y quiero ayudarle. Además, su esposa me da lástima.

El fiscal que pide la cabeza del malo nada sería sin , que obedezco; todos somos ruedas de la misma máquina, y ¡vive Dios! que merecemos igual respeto, porque yo soy un funcionario... con treinta años de servicios. El ogro En todo el barrio del Pacífico era conocido aquel endiablado carretero, que alborotaba las calles con sus gritos y los furiosos chasquidos de su tralla.