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He pintado antes ya a Córdoba, la antagonista en ideas a Buenos Aires; pero hay una circunstancia que la recomienda poderosamente para el porvenir.

Dejarlo todo, ya que no tenía hijo, y seguir... ¿Seguir a quién? ¡Si él no tenía bastante fe, ni mucho menos! ¡Si dudaba, dudaba mucho, y con un desorden de ideas que le hacía imposible aclarar sus dudas y volver a creer a macha-martillo!

Pausados, desfilan, entre el crepitar eclosionante de la madrugada, los «nocheros» de plaza, cuyos jamelgos balancean la cabeza en oscilaciones que parecen exteriorizar ideas de infinitas y melancólicas nostalgias.

HISTORIA DE LAS IDEAS EST

Su inteligencia se trazó un sistema formal de ideas generales, á que sometió sus escritos, calculando con ingenio y extraordinaria perspicacia las diversas colisiones ó choques que pudieran utilizarse, y tomando por base de sus dramas el desarrollo y solución de esas contradicciones. Los elementos esenciales de este plan ó sistema eran la fe, el amor, el honor y la lealtad.

El príncipe la escuchó silenciosamente exponer sus ideas.

Ya se ve: en el ir y venir de las ideas, en el menguar y en el crecer de los entusiasmos, los límites y los terrenos se confunden, y se hace un amasijo allá, tan enmarañado y tan rebelde, que para deshacerle no basta en ocasiones toda la fuerza analítica del discurso. Pudiera citar a usted muchos ejemplos de ello.

Una de las muchas academias literarias, que existieron por este tiempo en España, expresó en el año 1609 el deseo de que el más celebrado de los poetas dramáticos le expusiera sus ideas acerca de las reglas dignas de observarse en el arte dramático.

Simoun había venido ya cenado y hablaba en la sala con algunos comerciantes que se quejaban del estado de los negocios: todo iba mal, se paralizaba el comercio, los cambios con Europa estaban á un precio exhorbitante; pedían al joyero luces ó le insinuaban algunas ideas con la esperanza de que se las comunicase al Capitan General.

¡Tengo tal placer en explayarme, en desbordar, en hablar como pienso y en pensar como me agrada ... ¡Oh! aquí respiro ... renazco. ¡Querida Herminia! Y es que usted no me turba absolutamente nada. Delante de mi tía no me atrevía á decir una palabra ... Con usted, las ideas me acuden naturalmente ... Y me parece que no soy tan imbécil como suponía el señor Bobart.... ¿Cómo?