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Rara vez hay mucha elevacion en las ideas, sin que de ella participen los sentimientos; y los sentimientos elevados ó nacen de la misma virtud, ó son una disposicion muy á propósito para alcanzarla. Hasta hay en favor del talento y del saber una razon fundada en la naturaleza de las facultades del alma.

Era imposible no franquear todas las puertas de la casa a un huésped como aquél, que llevaba todo su caudal de sentimientos y de ideas a la vista y sin cerrojos

Sabida de todos es la particular inclinación que tienen las planchadoras a ver a los buenos ricos y felices y a los malos abatidos y miserables. Miguel participó muy pronto de estas ideas: y aunque la bella narradora agotó prontamente el repertorio de sus fábulas, cada día las escuchaba con más atención y deleite.

Y Muñoz, tras la actitud altiva y seria del semblante, se sentía humillado, abatido, incapaz de afrontarla. No sabes, Charito, continuó Adriana, cuántas ideas pesimistas han pasado por mi cabeza, en estos días... Me puse a reflexionar en la dicha, en la tontera de la vida, en esta ternura que se tiene en el corazón para no qué, para nada.

Y tras dos guerras por no tener amos, ¡somos mendigos del propio derecho! Hay libertades civiles, hay templos en que se plasman futuras matrices de ideas sanas, hay nobles ejemplos, ¡hay el empeño de hacernos felices! Tiene un programa de sano humanismo el nuevo César plutócrata y rubio, y hasta en el culto a tu excelso heroismo se nos asocia en un sabio connubio.

Escondióse el realista en una alcoba inmediata, y entraron Alfonso Núñez, Cabanillas y otro que hasta hoy no conocemos, y era Juan Pinilla, gran orador de los Comuneros, apóstol de las ideas más disolventes y extravagantes.

Claro está que quien escribe una novela, así como toma para elementos o materiales con qué escribirla los casos de la vida vulgar y ordinaria observados por él, también puede tomar las doctrinas, creencias, aspiraciones, ensueños, ideas religiosas y metafísicas, y en resolución, todo cuanto cabe en la mente humana y la agita.

Su honesto trato con Obdulia, que vino del conocimiento con Doña Paca y de las relaciones comerciales de las viejas cereras con el funerario, suegro de la niña, si llevó al espíritu de Ponte el consuelo de la concordancia de ideas, gustos y aficiones, le puso en el grave compromiso de desatender las necesidades de boca para comprarse unas botas nuevas, pues las que por entonces prestaban servicio exclusivo hallábanse horrorosamente desfiguradas, y por todo pasaba el menesteroso, menos por entrar con feo pie en las regiones de lo ideal.

La sorpresa no me permitía pensar. Mis ideas estaban aún embrolladas por el sueño. En el primer momento sentí cierto terror supersticioso. Aquel hombre que se aparecía estando el tren en marcha, tenía algo de los fantasmas de mis cuentos de niño.

No era ella muy fuerte en disimular, y otro menos alucinado que Rubín habría conocido que el lindísimo entrecejo ocultaba algo. Pero veía las cosas por el lente de sus ideas propias, y para él todo era como debía ser y no como era.