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Una noche, a una nueva invitación, respondí que no me hallaba bien y que lo dejaríamos para otro momento. Diez días más tarde respondí lo mismo, y de igual modo en la siguiente semana. Esta vez Vezzera me miró fijamente a los ojos: ¿Por qué no quieres ir? No es que no quiera ir, sino que me hallo hoy con poco humor para esas cosas. ¡No es eso! ¡Es que no quieres ir más! ¿Yo?

Parece que hoy no está usted con muy buen humor observé, sin poder dejar de sonreírme. No, no lo estoy confesó. La señora Percival está haciéndose muy pesada. Deseo ir esta tarde a Mayvill, y ella no me quiere dejar ir sola. ¿Por qué desea, con tanto empeño, ir sola? Se sonrojó ligeramente, y por un momento pareció desconcertada.

Tampoco dejaban de ver aquí y allá, en lo alto de las rocas ó al torcer de un camino, pequeños grupos de caballeros y soldados del rey Carlos, que los contemplaban en silencio; vista que ponía de muy mal humor al barón, quien hablaba nada menos que de caer espada en mano sobre aquellos soldados neutrales.

El moral, por la carencia casi total de síntomas, parece anunciar la influencia de una voluntad firme é ilustrada, sobre el aparato sensitivo; dos son tan solo los síntomas consignados: el uno es presa una idea fija del sugeto, y el otro, mal humor, que es un síntoma comun á la mayor parte de medicamentos de accion profunda.

Los rotos escuadrones Salvados del cuchillo, Buscando otro caudillo Volviéronse á reunir; Y en el Tuyú cercados, Con varonil fiereza Juraron con firmeza Libertad ó morir. El vencedor sobérbio Cubierto de humor rojo En su brutal enojo Esto llegó á decir: «Rendireis vuestras armas «Y sereis mis esclavos.» Y responden los bravos: Libertad ó morir!

Llegué al café sano y salvo y de un humor excelente. Pero estuve un poco inquieto toda la tarde. ¡Los nervios, sin duda, los nervios! Voy a denunciarme ante el severo tribunal de la sociedad fashionable de Madrid, y entregarme con las manos atadas a su justa reprobación.

Las historias están conformes en asegurar que D. Benigno, después de decir «¡oh, piernalanzó un gran suspiro y se durmió como un santo. A la mañana siguiente tenía la cabeza despejada, el humor alegre. Lo primero que leyó cuando le trajeron la Gaceta fue el decreto convocando a la Nación en Cortes a la usanza antigua, para jurar a la princesa Isabel, por heredera de la corona de ambos mundos.

Discurra por ; pues yo me he vuelto como tonta. Si de aquí a mañana no resuelvo la cuestión, estoy perdida... Crea usted que es para suicidarse». Por curiosidad preguntó Rosalía a su amiga lo que necesitaba, y oyéndole decir que unos nueve o más bien diez mil reales, puso una cara de mal humor que aumentó la tribulación de la ya tan atribulada Milagros.

El viejo Cardenal, hombre pacífico si los había en Cádiz, iba adquiriendo á la sazón un humor belicoso también que le hacía muy molesto. Después de tomarlas con Gregorio, injuriándole y declarando á gritos que nunca le dejaría casar con su hija Isabel, la emprendió con Velázquez acusándole de traidor.

Recorrió Sibakong, Tondo, San Nicolas, Santo Cristo, distraido y de mal humor, sin hacer caso del sol ni de la hora y solamente cuando sintió hambre y se apercibió que no tenía dinero por haberlo dado todo á fiestas y contribuciones, retiróse á su casa.